García, Rodríguez, González, Fernández, López… Más de 5 millones de personas en España comparten alguno de estos apellidos, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística. Sin embargo, la escasa variedad de linajes no es lo único que compartimos españoles y españolas. Además, tenemos en común algo en lo que no coinciden la mayoría de países: el doble apellido.

Si has viajado por el extranjero, te habrás percatado de que en muchos países adoptan únicamente un apellido, bien sea el del padre o el de la madre, y ven el doble apellido español como una curiosidad. Salvando los países de habla hispana donde todavía conservan esta costumbre, España es de las pocas regiones donde el Registro Civil obliga a llevar dos apellidos: uno paterno y otro materno. De hecho, además de estar arraigado de forma administrativa, el doble apellido también ha 'calado' en el día a día.

Pese a que hoy en día nos resulte habitual contar con el apellido materno y el paterno, lo cierto es que hasta el siglo XIX lo más común era que españoles y españolas adoptasen un único apellido.Además, Antonio Alfaro, presidente de la Asociación de Genealogía Hispana (HISPAGEN), explica a laSexta.com que por aquel entonces se podía, incluso, elegir apellido durante la adultez.

"Durante siglos primó la elección de los apellidos, siempre y cuando no fuese malintencionado, aunque lo más común era que el primogénito adoptase el nombre del padre y el resto de hermanos o hermanas otros apellidos de la familia", señala. Los niños no poseían apellido y entre hermanos era común no tener el mismo apellido. Una elección voluntaria entre los apellidos de los miembros de la familia, marcada por un patrón de transmisión extendido en todo el país: los varones llevaban el apellido del padre y las mujeres el de su madre, abuela u otra mujer de la familia. Es más, habitualmente, el apellido que traspasaba generaciones era el del padre de familia.

De costumbre, a norma

No fue hasta el siglo XVI cuando empezó a tomar fuerza el sistema del doble apellido, añadiendo el materno, sobre todo entre las clases altas de Castilla. Sin embargo, hasta el siglo XIX "no se consolidó en el resto de España", relata Alfaro.

Para Alfaro, esta tradición, que tiene menos de un siglo de vida, viene motivada porque "en España hay muchos apellidos comunes, como Fernández, Jiménez o García…". De este modo, se daba pie a confusiones, como la que le ocurrió a Manuel Godos en 1847, explica el genealogista, quien pasó a adoptar también el apellido materno tras tener un homónimo y ser acusado de robo.

El sistema del doble apellido era una herramienta para distinguir a la población, facilitando la identificación de individuos: "La Administración se percata de que es mucho más sencillo controlarnos con el sistema del doble apellido", apunta el presidente.

Como señala Alfaro, puede considerarse que, desde 1833, el uso de los dos apellidos ya era común entre la población española, aunque no de manera oficial ni regulada. Un ejemplo del uso del doble apellido de manera oficial tuvo lugar en 1857, con el primer censo de España, donde se incluían las casillas "apellido paterno" y "apellido materno".

Más tarde, con la creación del Registro Civil, en 1871, se traspasó el uso de los apellidos del ámbito personal al público, pero no se reguló la utilización del doble apellido. No fue hasta 1889, de la mano del primer Código Civil español, cuando finalmente se recogió el uso del apellido materno y paterno. Concretamente, el artículo 114 detallaba el "derecho de los hijos legítimos a llevar los apellidos del padre y de la madre".

Por tanto, desde el siglo XIX, el uso del doble apellido se fue extendiendo en todos los ámbitos hasta llegar a convertirse en una norma obligatoria con el objetivo de identificar "de una forma eficaz y fiable a los españoles", señala Alfaro.

Además de ser un fantástico sistema de reconocimiento entre personas homónimas, para Alfaro, el uso del doble apellido también supuso un reconocimiento de la importancia del apellido de la madre frente al del padre. A día de hoy, en España es posible elegir la posición del apellido de hijos e hijas y el primero puede ser el del padre o el de la madre.

La costumbre del doble apellido también se fue incorporando a otros registros civiles de América Latina, por eso es muy común que la población en esas regiones también tenga dos apellidos. Fuera del ámbito hispano, en otros países alrededor del mundo esta costumbre no es común y, bien sea el materno o paterno, suelen tener un único apellido.

El origen de los apellidos españoles

En la actualidad, los apellidos pueden descender de varias ramas, como señala Alfaro. Por un lado, encontramos los apellidos Patronímicos, es decir, los que derivan del nombre de una persona y donde el sufijo 'ez', así como 'oz' o 'iz', actúa como sinónimo de 'hijo de'. Por ejemplo: Martínez (hijo de Martín), Muñoz (hijo de Muño), Sánchez (hijo de Sancho) o González (hijo de Gonzalo). Además, también encontramos apellidos patronímicos sin modificación final, como Berenguer, Martín o Manrique.

Por otro lado, encontramos los apellidos Toponímicos, es decir, los que surgen de una población o topónimos. Podrían ser algunos como: Peñaranda, Catalán, Sevillano… Los apellidos de oficios también son tradicionalmente españoles, como Herrero o Zapatero, o los apellidos de motes, como Rubio o Luengo.

Por último, encontramos los apellidos españolizados, aquellos que se han adaptado del extranjero como Maestre (Meester) o Bécquer (Becker). Finalmente, y como recuerda el presidente de Hispagen, un mismo apellido podría clasificarse dentro de varios de estos grupos.

¿Qué pasa con los apellidos en otros países?

En nuestro país vecino, Portugal, el Código Civil también permite utilizar los dos apellidos, aunque suelen escribirse en orden inverso, primero el de la madre y después el del padre, recoge EuropaPress. Eso sí, el apellido que utilizan normalmente es el segundo, eludiendo el primero como si se tratase de un segundo nombre. Por ejemplo, el nombre de un hipotético portugués llamado Joao Dos Santos Moreira, quedaría reducido a Joao Moreira.

En Italia tradicionalmente se utilizaba únicamente el apellido del padre. Sin embargo, desde 2016 la ley permite poner los dos apellidos. En la misma línea se sitúan los franceses, quienes obligatoriamente portaban el apellido del padre únicamente, pero que, desde 2005, pueden escoger entre utilizar ambos apellidos, en el orden que quieran, o uno de los dos.

En Alemania, al igual que en Reino Unido y Turquía, no existe regulación en esta materia pero los matrimonios suelen adoptar el apellido del hombre para ambos. Esta postura la han seguido otros muchos países como Japón o China, aunque las mujeres no pierden el apellido de soltera, o Estados Unidos, donde algunas de ellas optan por transformar el apellido de soltera en su segundo nombre.

En Rusia, y otros países como Bulgaria, el apellido se configura añadiendo un sufijo al nombre del padre, variando en función del género del hijo o hija.

Por otro lado, Suecia es un caso extraño en Europa, porque también suelen adoptar ambos apellidos (en el orden que los padres elijan) pero si la pareja no llega a un acuerdo, el apellido materno es el único que figurará en el registro.