No es sólo una cosa de adultos, los niños/as y adolescentes también pueden sufrir una depresión, aunque parezca una cosa de mayores, aunque parezca que en la infancia es imposible tener este tipo de problemas. Lo cierto es que al igual que tienen ansiedad, también pueden tener y tienen depresión.
"Es una realidad, no es ningún mito y hay que tener mucho cuidado porque la depresión de los niños no tiene por qué manifestarse como lo hace en los adultos", afirma a laSexta.com Silvia Álava, doctora en Psicología y responsable del área de psicología infantil del centro Álava Reyes de Madrid.
De modo que es importante prestar atención a una serie de síntomas o de señales de alerta que pueden estar indicándonos que nuestros hijos/as pueden estar pasándolo mal. "Sobre todo, debemos prestar mucha atención a los cambios de conducta", añade esta experta, también autora de varios libros, el último: '¿Por qué no soy feliz?'.
Es cierto, no obstante, que la depresión es un patología poco frecuente en niños: "Aproximadamente un 2% de los niños en edad escolar la pueden presentar y en adolescentes ya es más frecuente, entre el 5-15% pueden sufrir un episodio depresivo", explica la doctora Azucena Díez Suárez, directora de la Unidad de Psiquiatría Infantil y Adolescente de la Clínica Universidad de Navarra
Las señales de alerta de la depresión infantil
Es cierto que los síntomas variarán dependiendo de la personalidad de cada niño o cada adolescente, pero por regla general existen una serie de síntomas o señales de alarma que pueden ser más o menos generales en todos los casos.
"Según los manuales de diagnóstico como el DSM-V, no existen diferencias entre los síntomas principales de una depresiónen adultos y en la infancia, salvo en un síntoma: en los niños, puede haber depresión sin tristeza. "En los pequeños, es más frecuente que estén enfadados e irritables, más que tristes", explica la doctora Díez.
No obstante es cierto que en la práctica, los síntomas de los niños pueden notarse diferentes. Por ejemplo, además de la irritabilidad y el enfado, también son frecuentes y relevantes los cambios de conducta. "Por ejemplo, si es un niño/a inquieto y de repente baja el nivel de actividad, o bien al revés. Si se salta las normas, si está más desafiante, más irritable, etc. Todo lo que tenga que ver con su comportamiento", explica Álava; que no sea el habitual de nuestros hijos/as.
Por otro lado -añade esta doctora en Psicología- podemos notar cambios de índole más físicos como por ejemplo "cambios en el apetito -bien que coma más o que tenga inapetencia- puede tener dificultades en el descanso, dormir más o dormir menos y suele haber también una disminución en el rendimiento escolar. Igualmente, pueden aparecer problemas de conducta o de disciplina como saltarse las normas, desafiar los límites, portarse mal o sacar de sus casillas a los padres/madres".
Otras de las señales que podemos notar en nuestros hijos/as es "la tendencia a aislarse, a salir menos que antes, observar una falta de motivación o que disfruten menos en general de las cosas, que discuten más y que en general, se enfadan más. De todos esos síntomas, se deben observar al menos unos 5 y que estén presentes durante un mes", explica la doctora Díez.
Consultar y pedir ayuda
Uno de los hándicap que existe dentro de esta problemática es que muchas veces los padres y madres se sienten culpables porque piensan que han hecho algo mal para que sus hijos estén así. Y esto no debería ser así.
"Todo lo relacionado con la salud mental y la psiquiatría está muy estigmatizado, y es difícil para muchos padres porque por una deformación cultural pensamos que algo hemos hecho mal y hay mucha culpabilidad", explica la doctora Díez.
Pero es clave que pidamos ayuda y que consultemos con los profesionales. "Podemos hablar con el centro escolar y preguntar cómo se comporta allí nuestro hijo/a, con adultos de referencia, con profesionales. Siempre es mejor consultar y ver qué es lo que ocurre en nuestros hijos, que a lo mejor no es algo patológico. Es importante también cuidar y atender a su salud mental" asegura Álava.
Es importante destacar que "todos en algún momento de nuestra vida, niños y adultos, podemos desarrollar una depresión y para nada hay que verlo como una debilidad", puntualiza la doctora en psicología. Al igual que en otras patologías existen una serie de factores de riesgo que aumentan o predisponen más a la depresión. "Por ejemplo vivir dentro de una familia desestructurada o sufrir determinadas circunstancias vitales que pueden ser más estresantes que otras. Y hay un papel clave: la predisposición genética. Lo más importante es un vínculo y apego con un adulto de referencia para que les ayude".
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Por último y en cuanto a los tratamientos disponibles para una depresión infantil son igual que en los casos de adultos, los fármacos (no en todos los casos se necesitan) y la psicoterapia con profesionales formados y especializados: "Es importante derribar falsos mitos con respecto a los antidepresivos: no, los antidepresivos no generan adicción y son además fármacos seguros y muy eficaces. No siempre se tendrán que usar, se usarán dependiendo, especialmente de la gravedad de cada caso, pero si se usan debemos saber que son buenos", concluye la doctora Díez.