Psicología

La expansión de las relaciones 'LAT' o por qué cada vez más parejas deciden vivir separadas

¿Cómo funcionan? Como un noviazgo eterno. Así serían las parejas LAT ('Living Apart Together') personas que deciden mantener una relación sentimental pero sin compartir piso ni vivir juntos. Dos psicólogas nos explican las claves del éxito en este tipo de relaciones.

Una pareja joven haciéndose un selfi.Una pareja joven haciéndose un selfi.FreePik

Cada vez más parejas deciden omitir la convivencia de su relación de pareja y optar por mantener una historia sentimental y con un futuro en común, pero en casas separadas. Sería algo así como un noviazgo eterno: quieren tener una relación de pareja, pero no vivir juntos/as. Es lo que se llama relaciones o parejas LAT, siglas correspondientes a 'Living Apart Together', cuya traducción sería algo así como vivir juntos y separados al mismo tiempo.

La mismísima Gwyneth Paltrow aseguró en 2019, cuando aún no vivía con su marido, Brad Falchuk, estar felizmente casada, pese a que no vivía con él. En EEUU, según publicó en diciembre de 2022 'The New York Time', entre 2000 y 2019, las personas casadas que vivían en dos casas distintas crecieron en un 25%, y en 2021, se produjo un pico, debido a la pandemia.

Pero las parejas LAT "engloban muchos tipos de pareja", explica a laSexta Silvia Cintrano, psicóloga especialista en Terapia de Pareja y sexóloga delInstituto Centta. Lo primero que encontramos son las parejas que, aun teniendo un compromiso, viven en domicilios separados, y esto puede darse por muchos factores, y no solo por no querer convivir.

Por ejemplo, un tipo de pareja LAT es aquella que, por trabajo u otras responsabilidades (cuidados de familiares, etc.), vive separada en distintas ciudades: "No necesariamente es que eviten la convivencia, sino que la logística no lo permite". Otras, por ejemplo, son las que conviven con hijos aún económicamente dependientes y prefieren conservar ese espacio de familia nuclear.

Y de las que se habla más últimamente, refiere Cintrano, "son aquellas relaciones estables, con compromiso, donde libremente se decide no compartir domicilio, aun siendo una opción viable".

En estos casos, la edad media de las personas es de más de 40 años: "Hace unos años, estas relaciones eran más comunes en personas aún más mayores, divorciadas o viudas, ya con hijos fuera de casa, que ya habrían experimentado un tipo de relación y de convivencia, que han rehecho su vida y que optaban por una relación estable pero sin perder su independencia".

En aquellas relaciones que se constituyen tras relaciones anteriores en las que han tenido descendencia, "el cambio que supone pasar de vivir bajo el mismo techo tres personas (una madre con sus dos hijas) a convivir seis (ellas, su pareja y los dos hijos de su pareja) es muy significativo y requiere muchos ajustes y por ello muchas parejas eligen mantener sus residencias de origen", explica por su parte Marta Ortega, profesora de Psicología en la Universidad Europea.

Ahora, sin embargo, añade por su parte Cintrano, es cierto que "se está extendiendo a otras edades, posiblemente porque la convivencia en pareja deja de ser una prioridad y existen otras inquietudes: se piensa más en la independencia, estabilidad individual, rutinas y espacios personales, así como la evitación de los conflictos derivados de la convivencia y los quehaceres diarios".

La clave para que las parejas LAT funcionen

Este tipo de relaciones, siempre que sea lo que los miembros de la pareja quieran y necesiten, "funcionan perfectamente", asegura Cintrano. Porque, tal como argumenta, "se están respetando los espacios, ritmos y necesidades de los integrantes".

El problema ocurre cuando uno de los miembros simplemente se resigna a este tipo de relación, y cree que esta es la única manera de mantener el vínculo. En este caso, "generará malestar de fondo que se va a terminar evidenciando en 'ruido', es decir, peleas sobre cosas no tan importantes, pero que en realidad están proyectando una crisis más profunda con respecto al estilo de pareja y el proyecto común".

Normalmente, la convivencia es la manera tradicional de formalizar una relación, pero, sin embargo, "no es lo único que mantiene unido a alguien y con compromiso con otra persona. De hecho, desde la terapia de pareja, en ciertas ocasiones donde el conflicto está muy enrocado y existen muchas resistencias al cambio, una propuesta terapéutica es la denominada 'separación curativa', donde los integrantes cesan la convivencia durante un tiempo acordado para ayudar a salir de roles y dinámicas desadaptativas muy enquistadas", explica la experta.

Así, "la no convivencia implica que los espacios compartidos sean 100% de pareja, es decir, cuidar de los momentos en común desde el ser 'novios', dejando de lado obligaciones que en ocasiones provocan que la convivencia sea de compañeros de piso", señala Cintrano. Por tanto, "la convivencia no tiene por qué generar mayor bienestar a los integrantes que el vivir separados, dependerá de cada persona, caso y momento vital en el que se encuentre".

Por su parte, y según señala Marta Ortega, ambas opciones tienen ventajas y desventajas y "no podemos asegurar que una pareja vaya a tener más o menos éxito en función exclusivamente de si viven juntos/as o no lo hacen. Sí que es cierto que, si se decide no compartir vivienda, sería oportuno mantener una comunicación fluida con la cual lograr todos los acuerdos posibles (¿alguna noche dormimos juntos/as?; si hacemos un plan con amigos, ¿en qué casa comemos?, etc.)".

De modo que, como siempre en cualquier relación, la clave principal para que una vinculación funcione es "la comunicación y la negociación", finaliza Cintrano: Aunque suene frío, es la manera que se tiene para conseguir entender al otro, sus necesidades, y así poder plantear un proyecto común que satisfaga a todos los implicados. Si las decisiones se toman desde la dependencia, el satisfacer al otro exclusivamente y no cuidar las propias necesidades, ese tipo de relación tiene muchas probabilidades de fracaso".