La adolescencia es una de las etapas más vulnerables de la vida: todos hemos sido adolescentes y sabemos de la fragilidad y debilidad que evoca este momento. Pero, ¿qué hubiera pasado además, si los que nacimos en el siglo pasado, hubiéramos tenido redes sociales en nuestra adolescencia? Probablemente, pocos hubiéramos escapado de la influencia tan importante que tienen Instagram y TikTok -la red social más usada por los jóvenes- en nuestro autoconcepto y autoestima.
Hace ya tres años, en 2021, Facebook admitía que Instagram causa problemas de salud mental en muchos adolescentes: "El 32% de las chicas adolescentes dijeron que cuando se sentían mal con sus cuerpos, Instagram las hacía sentir peor".
Arturo Béjar, exdirectivo de Facebook, confesaba en el especial de Salvados, 'Redes sociales: la fábrica del terror', que de haberlo sabido, "nunca hubiera dejado a mi hija usar Instagram". Y es que, tal como expuso en el especial de laSexta, "uno de cada 8 niños recibe acoso sexual en Instagram cada 7 días; uno de cada 10 niños recibe bullying en redes sociales y uno de cada 5 se siente peor consigo mismo después de ver información en Instagram".
"Lo que ven en las redes sociales está claro que puede afectarles en su autoestima. Si afecta a los adultos, ¿cómo no les va a afectar a ellos que tiene un cerebro que todavía está en desarrollo?", afirma a laSexta Silvia Álava, doctora en Psicóloga, directora del Área Infantil del Centro de Psicología Álava Reyes y miembro de la comunidad Educar es Todo. Además lo que aparece en las redes sociales no siempre es lo real: está sesgado, subes lo que quieres subir (normalmente lo bueno y lo bonito) y las fotos en muchas ocasiones, están retocados o con filtros propios de la aplicación de esa red social, es decir, no es la realidad de la vida.
Lo que los adolescentes ven en las redes sociales puede afectarles en su autoestima. Si afecta a los adultos, ¿cómo no les va a afectar a ellos que su cerebro está aún en desarrollo?
Porque la clave de todo, añade Rafa Guerrero, psicólogo experto en emociones y director del centro Darwin Psicólogos es que el cerebro de los adolescentes está aún en formación, por lo que el impacto de lo que vean en las redes sociales -y todo lo que ocurre en la vida- es mayor en ellos. Y por ello, "estamos viendo el impacto que generan las redes sobre su autoestima y aceptación", añade el experto, también miembro de Educar es todo.
Debemos saber, explica Álava, que durante la adolescencia, por un lado, toda la parte del sistema mesolímbico -que es donde se sientan las emociones- está sobreactivada [por los procesos hormonales que se están produciendo] y todo se siente con más intensidad; y por otro, el lóbulo prefrontal -la parte que regula las emociones- no está aún desarrollado por lo que igualmente, éstas se viven también con más intensidad. También, y por supuesto, las cosas que ven en las redes.
Además, hay que tener en cuenta que es en la adolescencia cuando los jóvenes forman y forjan su personalidad y no sólo lo tienen que hacer con la familia sino también con su grupo de iguales. Grupo de iguales -matiza la psicóloga- que no sólo está en el instituto o en el barrio, sino también está en redes sociales. Es por así decirlo, un grupo más al que los jóvenes quieren pertenecer porque la aceptación en el grupo de iguales es una pieza clave en la adolescencia.
Claves para ayudar a nuestros hijos/as a tener un buen autoconcepto y una buena autoestima
Pueden parecer lo mismo pero no lo son. El autoconcepto es lo yo pienso de mí mismo y la autoestima es cómo me trato, cómo me quiero, cómo me habló y en definitiva por decirlo de un modo más o menos claro, cómo me quiero.
Por ello y como explica Guerrero, el concepto de autoestima tiene su "trampa" porque parece que viene determinado por uno mismo y nada más lejos de la realidad. "La autoestima viene determinada por la familia y el entorno que tenemos". Así, que haya que desterrar mensajes como 'si no confías en ti, nadie lo va a hacer', "porque para que un niño o un adolescente confíe en él, ha tenido que haber antes al menos un adulto, que haya confiado en él", afirma el psicólogo.
Hay que desterrar mensajes como 'si no confías en ti, nadie lo va a hacer', porque para que un niño o un adolescente confíe en él, ha tenido que haber antes al menos un adulto, que haya confiado en él
Por otro lado, tener un buen autoconcepto de sí mismo/a implica no solo ser consciente de tus fortalezas, sino también y sobre todo, de tus debilidades. Es fundamental aceptarte a ti mismo, sabiendo lo que puedes hacer y lo que no. Teniendo un buen autoconcepto de uno mismo, lo que vemos en redes sociales nos influirá mucho menos, porque sabemos realmente cómo somos.
"Hay que aprender a aceptar los errores y a aceptarnos como somos para después trabajar la autoestima: cuidar el diálogo que tenemos con nosotros mismos, porque a veces no hace falta que nadie nos ponga comentarios negativos en redes, porque ya nosotros somos nuestro peor enemigo y decimos cosas que el resto ni nos dice, y empezar a tratarnos como si fuéramos amigos. El lenguaje interno tiene que ser objetivo y mucho más compasivo", afirma Álava.
Consejos prácticos
Algunas de las claves o de los consejos que nos ofrecen Silvia Álava y Rafa Guerrero para ayudar a nuestros hijos/as a que tengan una buena autoestima y autoconcepto de si mismo son los siguientes:
1. Sustituir la mirada condicional por una incondicional. Es cierto que muchas ocasiones, condicionamos el tiempo y el cariño que les dedicamos a nuestros hijos en función de sus logros o de sus notas. Y esto va en contra de fomentar en los jóvenes una buena autoestima. Es importante que aceptemos a nuestros hijos por quienes son y no por lo que hacen.
2. Valorar los logros concretos de nuestros hijos/as. Si queremos fomentar la autoestima, es mejor decirle a nuestros hijos lo que han hecho bien, ir a cosas concretas y no generalizar. Por ejemplo, no decirle sólo: ¡Qué bien lo has hecho, está todo genial! Sino que es importante valorar cosas concretas con mensajes claros y concisos: en esto, te has esforzado mucho, esa respuesta ha estado muy bien, etc.
3. Ver el error como fuente de aprendizaje. Los primeros que tenemos que ver el error como una fuente de aprendizaje somos los adultos y a veces lo demonizamos. Somos humanos y como tal, erramos. Es clave que para que para nuestros hijos se acepten a sí mismos, vean los errores como parte de la vida (lo contrario, no es real) y como un modo de aprendizaje.
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4. Evitar las etiquetas porque éstas se convierten en la profecía autocumplida. Si nosotros como familia, le decimos a nuestro hijo/a adolescente que es un déspota, un desagradecido o un desobediente se comportará como tal, porque ya tendrá esa etiqueta, ya le estamos definiendo como tal.