Desde 1950 con el presidente Truman, Estados Unidos se compromete a financiar la agencia de naciones para los refugiados de Palestina, la UNRWA y nunca ha fallado, hasta que llegó Trump.

"Normalmente a principios de cada año nos desembolsa unos 150 millones que nos permite pagar los salarios de todos los profesores, médicos y logistas", Raquel Martí, directora ejecutiva de UNRWA España.

De esto solo ha llegado la mitad y el resto se ha paralizado. Es la cuarta parte del presupuesto global de la agencia, sin él será difícil subsistir. Se avecinan, si cabe, tiempos peores para Gaza.

De los dos millones de refugiados en la franja más de un millón sobrevive gracias a la ayuda humanitaria que ahora no llegará, pero no solo ellos están en peligro.

Hay otros 900.000 en Cisjordania, medio millón en Siria, 400.00 en Líbano y dos millones en Jordania. Estados Unidos dice que son demasiados refugiados y quiere rebajar la cifra, algo que, asegura la UNRWA, no le corresponde a él decidir.

"Cada tres años Naciones Unidas a través de sus estados miembros, deciden la continuidad de la agencia así como el estatus de refugiados", añade Martí.

Para la UNRWA tras esta decisión está el rechazo de Naciones Unidas a la declaración de Jerusalén como capital de Israel.

Hablan de politización de la ayuda humanitaria y no son los únicos.

"Se desvirtúa lo que esencialmente es, un ejercicio humano de solidaridad, independiente y neutral, sin ninguna otra agenda política más allá que mitigar el sufrimiento y el dolor", Joan Tubau, director general Médicos sin Fronteras.

Para muchas ONG una práctica vieja pero, por desgracia, cada vez más habitual y descarada en los conflictos.