Tras el crimen de Ponferrada, aquella joven y sonriente Raquel Díaz está hoy parapléjica y escondida por el terror. Sin embargo, se atreve a conceder una entrevista a laSexta Columna desde su refugio para describir cómo su entonces marido le destrozó la vida una noche de mayo en la que Raquel se preparaba para huir del maltrato. 

"Lo recuerdo casi todo. Yo estaba haciendo las maletas para irme ya al día siguiente, se acercó y me dijo 'qué hija de puta, ¿qué parte de 'no te vas a marchar si no estás muerta' no entiendes?' Entonces me agarró por el cuello con su mano derecha, que era campeón de halterofilia, me arrastró a la terraza y en la esquina que el pozo está debajo me lanzó contra el pozo", explica.

Sin embargo, según recuerda, su agresor no se detuvo: "Él salió después de la casa y me preguntó si seguía viva: 'Zorra, hija de puta, sigues viva'. Y yo entre el dolor que sentía y el miedo que tenía no le pude contestar, porque tenía miedo de que me siguiera agrediendo. Entonces él me tomó el pulso en el cuello que me acababa de agarrar y fue a por un palo. Empezó a darme a lo bestia. Me partió el cráneo, ingresé en muerte cerebral, contra los brazos, las piernas, las costillas destrozadas muchos meses". 

Pedro Muñoz asegura que él sólo se encontró a su mujer en el jardín casi muerta y que se limitó a intentar meterla en el interior para salvarle la vida. La fiscal puso en duda que alguien como él, que había sido enfermero durante años, moviera el cuerpo de una mujer con heridas tan graves sin necesidad.

Cuando llegó la ambulancia, Raquel todavía estaba consciente y, en su sufrimiento, ella encontró alivio en la idea de su propia muerte: "Pensé 'mira, se acabó, ahora ya puedes morir en paz' y perdí el sentido, entré en coma cuatro meses", afirma.