86 políticos y directivos de Caja Madrid se llevaron entre 1999 y 2012 algo oscuro, discreto y muy valioso. Tarjetas de crédito en negro. 'Black cards' con las que se fundieron 15 millones de euros.
El presidente de la entidad, Miguel Blesa, era quien decidía quién podía contar con ese dinero, y quién no. Caja Madrid las entregó, legalmente, como gasto de representación.
Para eso estaban en teóricamente. Pero también se usaron en grandes almacenes, en joyerías y en este club de golf de Sotogrande, uno de los más exclusivos de España.
Pero sobre todo hubo efectivo. Mucho efectivo. Un tercio del dinero, más de cinco millones de euros, fue sacado directamente de cajeros automáticos.
Los 15 millones gastados con estas tarjetas representan sólo el 0,7% de los 22.000 millones que costó salvar a Bankia. Comparado con los casos de corrupción de los últimos años, la cifra tampoco es la más alta y, sin embargo, las tarjetas fantasma han indignado como pocas veces se ha visto.