La cuestión de las macrogranjas se ha situado en el centro del debate político en las últimas semanas, con un único y gran criticado: el ministro de Consumo, Alberto Garzón. El primero en apuntar contra él fue el candidato del PP a las elecciones en Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, que en plena precampaña lamentaba en Twitter que "el Gobierno de España ataque de nuevo a nuestros ganaderos" y pedía que Garzón rectificara... o dimitiese.

Se hacía eco de una noticia en una web de la industria cárnica, con el titular "Garzón afirma en The Guardian que España exporta carne de mala calidad". Sin embargo, eso no fue exactamente lo que dijo el ministro al rotativo británico, en una entrevista publicada sin grandes repercusiones una semana antes de que estallara la polémica: lo que dijo fue que las macrogranajas exportan carne de baja calidad de animales maltratados. Daba igual: Garzón recibió un sinfín de críticas por parte de la oposición y también desde el PSOE.

Así, "la discusión pública ocurre bajo una mentira, bajo un bulo", según resume la profesora de Ciencia Política Máriam M. Bascuñán, mientras que el politólogo Pablo Simón señala que el de de las macrograjas es un ejemplo "palmario" de la dinámica que observamos en política: "Al final todo va de movilizar a los propios contra los ajenos".

"La política en España se está trumperizando"

El periodista Pedro G. Cuartango afirma que "el sectarismo, el cainismo" y "la falta de respeto al adversario" están creando "una gran fractura social" y "poniendo en cuestión la legitimidad de las instituciones" en laSexta Columna: