Durante la República, en algunas ciudades no se celebraron las procesiones de Semana Santa. La portada del periódico 'Ahora', de 1932, explica cómo en "la primera Semana Santa bajo el régimen republicano", en algunas ciudades españolas "los fieles, por consejo de las autoridades eclesiásticas, por temores a alborotos o falta de recursos, se abstuvieron de organizar sus preciosos desfiles".

Eduardo González Calleja, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Carlos III, explica que fue "en protesta por la política anticlerical del Gobierno, en su opinión", y añade: "(La Iglesia) se movilizó contra el Gobierno a través de elementos simbólicos como manifestaciones, mítines, procesiones religiosas y la renuncia voluntaria a celebrar la Semana Santa".

La jerarquía católica consideraba que La Constitución de la República les atacaba cuando promulgaba que "el Estado español no tiene religión oficial". Además, prohibía al clero "ejercer la industria, el comercio o la enseñanza", y al mismo tiempo que les retiraba la financiación pública, sometía a la Iglesia "a todas las leyes tributarias del país". Tal y como explica Julián Casanova, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza, la Constitución "es una separación de Iglesia y Estado, era algo muy revolucionario para la época, y la Iglesia no iba a aceptar esto".