Cuando Jordi Pujol fue elegido presidente de la Generalitat, Marta Ferrusola era la matriarca de un clan con aires de perfección. Profundamente católica, Marta Ferrusola es más catalanista que su marido, pero mucho menos diplomática.

En los 90 sus empresas logran varios negocios relacionados con la Generalitat. Como un contrato de 20 millones en el puerto de Barcelona, mientras su marido es el presidente de Cataluña. No es ese el contrato más famoso de Marta Ferrusola.

En el 94, el Barça encarga a su empresa la remodelación de todo el césped del Camp Nou. No acabó de enraizar y, durante dos temporadas, el Barça jugó mejor fuera que en casa. El asunto acabó en los tribunales donde Ferrusola culpó del desastre al mal tiempo.