Tras acabar la Gran Guerra, miles de soldados alemanes vagaban sin trabajo y, para ahogar las penas, muchos optaban por la bebida nacional. Sin embargo, Hitler prefirió dar la chapa a aquellos borrachuzos y discurso tras discurso, de cervecería en cervecería, acabó viniéndose arriba. "Perfeccionó su arte oratoria. A veces, no era tanto lo que él decía, sino cómo lo decía", subrayó a la Sexta Columna Xosé M. Núñez Seixas, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Santiago de Compostela.
El dictador comenzó a fijarse en gestos de otros líderes y a ensayar caras ante su fotógrafo. Así, gracias a su oratoria, Hitler consiguió crecer en el Partido Obrero Alemán, que acabó controlando en solo un año."Atrae a gente a los mítines; cada vez van más a verle y a escucharle como orador. Eso le va creando un aura carismática que le coloca en una posición privilegiada dentro del partido", indicó Jesús Casquete, profesor de Historia del Pensamiento de la Universidad del País Vasco.
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