'Lo de Évole' se fija en las cicatrices que deja tras de sí un conflicto bélico en las personas que las sufren y cómo estas consecuencias se repiten. Así, Évole entrevista a cuatro personas que de niños escaparon de guerras que se han producido en distintos momentos y lugares en las últimas décadas. A todos les une un hilo invisible: ser hijos de la guerra.

Teresa tiene 95 años y fue una de los miles de niñas y niños que durante la Guerra Civil española pudieron abandonar el país para instalarse en la entonces Unión Soviética. Una vez allí, estalló la II Guerra Mundial y sufrió uno de sus episodios más crudos: el sitio de Leningrado. Es de los pocos testimonios vivos que quedan de uno de los grandes horrores de la historia reciente de Europa.

"Hitler quería la ciudad, no quería a la gente", cuenta Teresa, explicando que tiraron las bombas a los almacenes para matar a las personas de hambre. "Yo solía ir por las casas para cuidar a los heridos y sacar a los muertos", detalla la mujer. "Los sacábamos y los llevábamos a rastras por las escaleras, porque no teníamos fuerzas. Una vez perdimos la cabeza de uno", relata Teresa en este vídeo, en el que cuenta todo lo que tuvo que hacer aquellos terribles días.

Además, la mujer recuerda que tenían que aguantar temperaturas de "41 o 42 grados (centígrados) bajo cero", y, además, sin comida: "¿Sabes lo que comíamos? Sopas de cinturones, hervíamos los cinturones y ahí echabas un poco de pan que te daban, que no era pan, era harina con serrín", señala Teresa, quien cuenta en este vídeo que incluso comían carne humana.

Los impactantes recuerdos de Emile sobre el genocidio en Ruanda

Emile tenía 5 años cuando huyó de la guerra civil que arrasó Ruanda entre 1990 y 1994. Su padre era tutsi y su madre hutu. Presenciar las escenas macabras del genocidio que se produjo allí le dejó numerosas secuelas. Todavía hoy no puede sonreír y, en ocasiones, sigue percibiendo el olor a muerte, tal y como lamenta en este vídeo.

Los recuerdos de Emile sobre el genocidio son impactantes: "Había tanta muerte y tanta sangre que a veces formaba un río", explica Emile sobre las atrocidades que tuvo que vivir durante el genocidio de Ruanda. "Cuando ibas a mear a un bosque o a un lugar escondido, encontrabas cuerpos sin cabeza", relata este joven en este vídeo, en el que puedes escuchar el testimonio completo.

Mera estaba en el colegio cuando estalló la guerra en Siria

Meera tenía 11 años y estaba en el colegio en Homs, Siria, cuando en 2011 estalló la guerra, una guerra que sigue en marcha 11 años después, aunque hablemos poco de ella. "De repente, empezamos a oír disparos. Salí afuera y había una batalla y yo tenía que cruzar esta calle", expresa Meera, a lo que añade: "Empecé a correr y, de repente, la niña que corría delante se cayó al suelo. Entonces vi el suelo, toda su cabeza estaba llena de sangre", continúa Meera describiendo este terrible momento de su vida.

Meera cuenta las situaciones traumáticas que vivió en Siria antes de dejar el país y venir a España, donde le sorprendió negativamente la poca sensibilidad que percibió de los españoles hacia la guerra que asolaba su país. "En Siria siempre nos hablaban de que los europeos son personas que defienden los derechos humanos", explica Meera. "Pensé que iba a encontrar a la gente manifestándose por Siria y había gente que ni siquiera sabía dónde estaba Siria", explica la joven. En este fragmento, puedes ver el relato de lo que se esperaba al llegar a Barcelona y lo que realmente encontró.

El terror de Maja en Bosnia en plena guerra

Maja tenía 18 años cuando la guerra de los Balcanes llegó a Sarajevo en 1992. "Tenía mucho miedo, la guerra es una cosa de hombres", explica Maja sobre sus sentimientos cuando estalló la guerra. "Ser una chica joven y bonita era un problema muy grande. Son extremos donde está todo permitido", añade Maja. En el vídeo, cuenta el horror que vivió en plena guerra.

"De golpe me quedé sin identidad", recuerda Maja en este vídeo al contar cómo sufrió el estallido de la guerra en Bosnia. La joven estaba tomando algo con sus amigas cuando en la televisión declararon la guerra.

Maja pudo escapar con su familia, pero le tocó pasar por un campo de refugiados en Austria, antes de llegar a España. "Lo peor era el personal que trabajaba allí", recuerda. Sin embargo, entra tanta oscuridad, Maja encontró un atisbo de luz cuando al salir a correr todas las mañanas comenzó a hacerse amiga de otros refugiados. Cada uno de un país en guerra y un idioma diferente, pero todos se cuidaban entre ellos. Así lo recuerda Maja en este vídeo.

Todos coinciden en algo: "Una guerra no se supera nunca". Y en otra cosa: no pensar. "No puedes pensar en nada, solo en sobrevivir". Además, todos afirman que la guerra les robó la infancia y que el lugar del que vienen "ya no existe". "No tienes dónde volver", lamentan.

La invasión rusa de Ucrania ha removido recuerdos y heridas en todos ellos. Todos coinciden en lamentar el conflicto: Me siento mal, hay gente muriendo, se tiene que hacer algo", manifiesta Meera, mientras que Emile dice que se identifica con "los niños". "Es una generación perdida", lamenta.

Pero para ellos la comparación con sus casos es inevitable, y creen que Europa ha tratado de forma distinta a los refugiados dependiendo de su origen: "Somos refugiados de las guerras olvidadas", sentencian.