Antes de convertirse en el infame depredador sexual, Jeffrey Epstein era un profesor de matemáticas y física en la Dalton School de Nueva York. La puerta hacia la élite se abrió cuando el padre de uno de sus alumnos lo recomendó a un destacado banco de inversiones de Wall Street. Su habilidad para aconsejar sobre implicaciones fiscales lo llevó a codearse con las élites financieras del país, eventualmente convirtiéndose en socio de la firma.

La maestría de Epstein en las inversiones y su talento para proporcionar ventajas tributarias le granjearon una cartera de clientes en crecimiento. Fundó su propia consultora exclusiva para multimillonarios, catapultándose hacia una inmensa fortuna. Entre esos clientes poderosos se encontraba el asesor económico de Obama, quien recibió un generoso cheque de 100.000 euros para financiar su productora.

Epstein también se convirtió en el "salvador" de aquellos en apuros financieros, como el príncipe Andrés, quien buscó su ayuda para liquidar una deuda. Este encuentro desencadenó una serie de visitas y fiestas conjuntas en las residencias reales, así como la conexión del duque de York con los escándalos de pederastia de Epstein.

Las extravagantes fiestas organizadas por Epstein no solo eran eventos sociales, sino estrategias para ampliar su círculo de amigos influyentes. Conquistó a figuras como Woody Allen y su esposa, mientras compartía numerosos viajes en su jet privado con el expresidente Bill Clinton. Aunque su amistad con Donald Trump se remontaba a los años 90, la puja por una mansión de 40 millones los distanció una década después. El dinero le abrió las puertas a muchas relaciones personales, pero también le cerró otras.