"Llegaremos hasta el final"

El 'sueño de Netanyahu': borrar Gaza, dividir Siria, bombardear Irán y quedar en los libros de historia

El contexto
Tras cinco meses sin aparecer ante los medios, Netanyahu ha advertido que Israel no se detendrá hasta controlar Gaza por completo y erradicar toda autoridad palestina del territorio.

El 'sueño de Netanyahu': borrar Gaza, dividir Siria, bombardear Irán y quedar en los libros de historia

"Llegaremos hasta el final". Eso dijo Benjamin Netanyahu. Pero esto todavía no es el final para él. No puede serlo. Porque aún hay vida en Gaza. Porque aún hay resistencia. Porque aún hay voces palestinas que no han sido silenciadas. Porque su sueño —'el sueño de Netanyahu'— necesita más muertos, más destrucción, más terror.

Sí, esto no ha terminado. No mientras no se haya alcanzado el verdadero objetivo: un Gaza sin palestinos, vacía, arrasada, controlada completamente por el ejército israelí. No mientras no desaparezca cualquier vestigio de una autoridad que no sea la suya. No mientras no quede claro que él manda, que él decide quién vive y quién muere. El 'final' del que habla Netanyahu no es el final de la guerra. Es el final del otro.

El sueño inmediato: tierra quemada en Gaza

Militarmente, el corto plazo está claro. Netanyahu sueña con controlar totalmente Gaza, expulsar o exterminar a los más de dos millones de personas que allí viven. Sueña con un territorio arrasado, donde no quede ni uno solo de aquellos a los que llama enemigos.

Gaza es, hoy, un laboratorio del horror, y cada bomba lanzada parece formar parte de un experimento mayor: probar hasta dónde puede llegar la impunidad de un Estado con superioridad militar absoluta y una comunidad internacional que apenas se atreve a decir "basta".

Un sueño más grande: guerra perpetua

Pero 'el sueño de Netanyahu' no se detiene en las fronteras de Gaza. Tiene una ambición mayor: una guerra sin fin. Ya hay expertos, como Álvarez-Ossorio, que lo dicen sin rodeos: el "día después" de Gaza puede ser solo el prólogo de nuevas ofensivas. Irán está en su punto de mira, con su programa nuclear como justificación. Siria, con sus heridas abiertas, podría ser dividida en estados. Líbano, golpeado otra vez. Yemen e Irak, vistos también como parte de un mapa de enemigos.

No es la primera vez que Netanyahu apunta en esta dirección: en una intervención ante la ONU mostró un mapa en el que señalaba a Irán, Irak, Siria y Yemen como focos de amenaza regional.

El sueño político: ser más que Ben-Gurión

Y todo esto, ¿para qué? Para mantenerse en el poder. Para que el juicio por soborno, fraude y abuso de confianza que lo persigue no avance. Para que el caos lo convierta en imprescindible. Para que los votantes, temerosos, lo sigan viendo como el "protector". Pero también, y quizá sobre todo, porque quiere pasar a la historia.

Netanyahu no oculta su ambición: ser más importante que David Ben-Gurión, el fundador del Estado de Israel. En entrevistas, se ha comparado con él. Lo ha elogiado. Pero ahora quiere más. No solo fundar un Estado: quiere redefinirlo, ampliarlo, endurecerlo, blindarlo para siempre bajo su mano. Ser el líder eterno. El que acabó con la amenaza palestina. El que rompió Oriente Medio.