La necesidad de oxígeno en los hospitales de Manaos, la capital del estado brasileño de Amazonas, es extrema. Los tubos llegan con retraso y los médicos no tienen forma de asistir a los enfermos de coronavirus que necesitan respirar para superar al virus. En los últimos días, la escasez de oxígeno ha acabado con la vida de varios pacientes.

Ante esta situación, son los propios familiares de los ingresados por COVID-19 los que intentan hacerse con el oxigeno como y donde pueden soportando largas colas. Y no solo para aquellos que se encuentran hospitalizados, también para tratar a otros enfermos que necesitan el respirador.

El gobierno de Jair Bolsonaro, ante la gravedad de las circunstancias, ha hecho llamamiento de auxilio a otros países. Venezuela ya se ha puesto en marcha y ha enviado grandes tanques de oxígeno que intentan llegar al país.

Los centros racionan el oxígeno

Dentro de los hospitales y centros sanitarios la situación es crítica, hasta el punto de que el suministro de oxígeno por paciente está siendo racionado: una bombona por cada cinco pacientes graves ingresados.

¿Qué ha pasado con la inmunidad de rebaño?

En septiembre Manaos se convertía en la primera gran ciudad del mundo que lograba la inmunidad de rebaño. ¿Cómo ha pasado de conseguir la protección frente al COVID-19 a ser de nuevo arrasada?

Por entonces, con el 75% de la población contagiada se calculaba que ya se había acercado a esa inmunidad de rebaño pero para ello no pusieron ninguna medida: ni mascarillas, ni distancia. Este modelo de gestión tuvo su coste y una de cada 500 personas falleció.

Más tarde, a finales de octubre, la segunda ola se inició a través de la reinfección de una mujer con una cepa diferente, la de la variante sudafricana. A partir de entonces empiezan a dispararse los contagios.