España es el primer país de Europa en consumo de prostitución y el tercero del mundo, con un 39% de hombres que reconocen haber pagado por sexo. Nuestro país es además uno de los principales receptores del tráfico de mujeres. Marcela es una superviviente de la trata. Engañada en su país de origen, acabó en España obligada a prostituirse y extorsionada para consumir drogas.

Su sueño era ser abogada y la falta de recursos para estudiar la llevó a aceptar la oferta de una conocida para venir a Europa desde Brasil: "Me dijo que me quedaría seis meses en Europa, el sueldo serían 1.200 euros y sería cuidadora de niños, cuidadora de mayores o de servicio doméstico", relata a La Roca.

Sin embargo, una vez en suelo europeo, y con solo 23 años, la mafia le arrebató más que sus sueños. "Ella nos dijo: 'Bueno, aquí no habéis venido a ningún trabajo doméstico, aquí habéis venido a ejercer la prostitución'. Y entonces claro, en ese momento yo le dije 'no' y entonces fue cuando me dieron mi primera bofetada", cuenta.

Le dijeron que con el viaje había adquirido una deuda de 5.800 euros y, bajo amenazas constantes de matar a su familia en Brasil, la obligaron a prostituirse. "Nos crearon cadenas mentales, no hacía falta poner cadenas físicas porque ya nos habían puesto en la mente lo que iba a suceder si no cumplíamos con lo que ellos nos estaban indicando", explica Marcela.

"Cada 21 días nos movían a todos los club porque a los puteros les interesa carne nueva, no quieren ver continuamente las mismas mujeres", recuerda. Estos hombres, además, querían consumir drogas con ellas y no podían negarse. "Lo que me faltaba, prostituta y drogadicta", rememora Marcela, que recuerda así aquellos durísimos momentos: "Me habían robado mi identidad, mi dignidad, mis sueños... porque había días que yo entraba en la sala que yo no sabía ni quién era", sentencia.

"Me transformé en la gallina de los huevos de oro, la que más bebía, la que más consumía drogas, porque yo quería pagar mi deuda, yo quería ser libre. Yo creía que un día llegaría el final", explica Marcela. Este, sin embargo, no llegó de la forma esperada.

"Me quedé una semana en la casa de un putero a base de alcohol y drogas y en esta semana yo generé 14.000 euros", relata. Después, se fue directa a saldar su 'deuda', reclamó que le devolvieran su pasaporte y le dejaran marcharse: "Ese día fue la paliza de mi vida. Me abrió la cabeza de los golpes que me estaban dando. Ellos tenían cuidado de nunca darnos en la cara para que los puteros no percibiesen que estábamos siendo maltratadas dentro de los club y ese día no tuvo el menor reparo, me pegó por todas partes", recuerda.

Fue entonces cuando se armó de valor y contactó con la asociación APRAMP, que ofrece asistencia integral a las víctimas de trata. "El único miedo que tenía yo era que hiciesen daño a mi familia", rememora Marcela, con la voz quebrada. Para ella, sin embargo, fue clave algo que le dijo una mediadora de la asociación: "Han pasado 16 años y nunca se me olvidó. Ella me dijo: 'Tú puedes ser lo que quieras o lo que te propongas'. Y yo me agarré a esta frase como si fuera mi última oportunidad", concluye.