El primero en verse las caras con Ángel es Germán. El jefe aprovecha para echarle en cara el día que le hizo pasar, cuando estaba a su cargo. Donde no sólo tiró su trabajo al suelo, sino que no paró de despotricar sobre él, en vez de enseñarle con un poco más de tacto. ‘El jefe infiltrado’ reconoce que tiene ganas de despedirle, porque se puede trabajar sin humillar. Pero después de pedir referencias, cambio su opinión, y por eso le pide que cambie de actitud, para que la empresa pueda seguir contando con él.

En el turno de Laura, esta no reconoce a su compañero, al ver a Ángel, quien quedó encantado con el trabajo como dependienta de esta. Por ello, aunque vacila un poco al principio de la revelación, metiéndola presión, acaba dándole la razón en todas las sugerencias que le dio, y la tranquiliza asegurándola que hará cambios para hacer su trabajo más cómodo y mejor. Además, debido a la situación personal que Laura le contó que estaba pasando, Ángel le obsequia con un cheque de 3.000 euros para que pueda tirar para adelante. Laura se emociona, venía muerta de miedo y se ha llevado una grata sorpresa.

El tercero en pasar por el despacho de ‘El jefe’ es Roberto. La sensación de Ángel con respecto a su manejo de alimentos es nefasta, porque su empleado, hace uso de las batidoras y otros aparatos, sin las rejillas puestas, algo que según el protocolo está totalmente prohibido. Por otro lado cuando recurrió a él, después de haberse hecho un corte, Roberto le permitió seguir trabajando. Cosas que ponen el peligro la seguridad y la higiene de la empresa, algo que ‘El Jefe’ no está dispuesto a consentir. Por eso Ángel le pide que se ponga las pilas y sea merecedor del ascenso que le brinda.

El conductor, Fernando, es el cuarto en descubrir la verdadera identidad de Eugenio, a quien después de ver en acción, Ángel lo tiene muy claro: le va a sacar de la circulación. No está dispuesto a permitir que su empleado siga poniendo en peligro no sólo las tartas sino su vida, por cómo se comporta al volante, donde no respeta las normas y va como un loco.  Aun así, Ángel le agradece su comprensión por las medidas que tuvo que tomar la empresa de cara a la crisis, como la de bajar su sueldo, y por ello le premia con un cheque de 3.000 euros para que pueda seguir pagando su hipoteca, además de la confianza que depositan en él, esperando que se más responsable en el trabajo.

El último en pasar por el despacho del jefe es Jonathan. Ángel quedó encantado con él después de trabajar juntos. A pesar de que le metiera mucha caña, le agradece su paciencia, y valora el esfuerzo que hace al sacar su trabajo adelante con un único horno que funcione, cosa que promete va a cambiar. Por eso le obsequia con la medalla de la virgen del Pilar, un recuerdo familiar que Jonathan le robó a su madre, para pagar su adicción, el único objeto que tenían de su abuela, y que hace que al verla el empleado se emocione de felicidad. Además, le obsequia con un cheque como símbolo de lo orgulloso que se siente Ángel de tenerle.