María Avizanda ha estado en Huelva para conocer en qué condiciones y cómo trabajan las mujeres en la fresa, una mano de obra fundamental para sacar adelante la recogida de un producto muy cotizado en toda Europa. Cada año, cerca de 15.000 mujeres vienen de Marruecos para trabajar de enero a junio en los invernaderos de Huelva.

Estas mujeres, tal como cuenta Avizanda, trabajan muy duro, pero sobre todo lo hacen de una manera invisible. La periodista ha recordado el accidente de autobús en la localidad onubense Almonte el pasado 1 de mayo, donde murió una mujer de 40 años y decenas de ellas resultaron heridas. Dos meses después, muchas todavía arrastran secuelas que les impiden desarrollar un trabajo tan duro.

El Intermedio se ha desplazado a Huelva para hablar con tres de las mujeres que viajaban en ese autobús. Salma, Asia y Rania, nombres ficticios para preservar su identidad, han contado cómo son sus condiciones laborales y cómo vivieron el accidente. Es la primera vez que trabajan en la recogida de fresa y llevaban un mes trabajando cuando ocurrió el trágico siniestro.

Salma, por un lado, cuenta que "salían a las 5.30 horas de la madrugada" para ir a trabajo, en un empleo que ha calificado de "muy duro". "Nos daban solo media hora para el bocadillo: de 13 a 13.30 horas. Luego volvíamos a la tarea y no salimos hasta las 19 de la tarde. Y cuando regresamos al hotel ya es de noche, son ya las 19.30 o las 20.00 horas", ha relatado esta temporera, que insiste en que es un "trabajo arduo" que le obliga a estar "agachadas todo el rato".

Asia, por su parte, ha explicado que están "destrozadas física y emocionalmente" tras el accidente. "Nos hemos cansado mucho. He perdido mis dientes, el pie me sigue doliendo y mi salud no es normal... Ya no tengo esa fuerza con la que vine a trabajar aquí", ha lamentado Asia.

Rania, dos meses después del accidente, sigue caminando con una muleta: "Hasta ahora sigo enferma. Psicológicamente no estoy bien, estoy destrozada". La trabajadora era amiga de Zahara, la mujer que falleció a su lado en el autobús. "Sigo acordándome hasta ahora de mi amiga. Estaba sentada a mi lado", dice Rania sin poder parar de llorar. "Compartíamos la misma habitación. Era una buena chica, siempre sonreía. Compartíamos comida, me contaba todo. El día que cogemos el autobús, ella me guardó sitió a su lado en la parte delantera. Estaba aprendiendo el idioma", ha relatado.

Las tres siguen de baja, pero la empresa les ha llamado para trabajar. Ellas se han negado porque no pueden y la empresa les exige que trabajen aunque sean dos horas. Al insistirles, las temporeras han contactado con una asociación que les ha asignado un abogado para exigir sus derechos.