Esther Pujol fue agredida sexualmente por un religioso cuando solo tenía 10 años. Ocurrió durante un campamento de verano cuando el párroco aprovechó que estaba enferma para atacarla mientras los demás niños estaban de excursión. "Recuerdo la sensación de estar delante de un monstruo, es como un miedo absolutamente paralizador", relata a Andrea Ropero en El Intermedio, donde explica que después le siguió "un vacío oscuro".

Años después, "de un día para otro" volvería a recordar todo: "Vienen de golpe nuevas imágenes y yo pasé de recordar unos abusos a recordar una agresión sexual. Unos abusos, unos tocamientos, masturbación, a recordar con todas las letras una violación", explica.

"Me amenazó de muerte si lo contaba. Me dijo que no lo contara porque si no me mataría", cuenta Esther, que explica cómo desde el Obispado, que niega haber recibido la denuncia de sus padres, "se limitaron a trasladar la 'manzana podrida' de un pueblo a otro". Allí, siguió ejerciendo como párroco en contacto con niños y niñas.

El mensaje a la Iglesia de Esther

Esther insta a la Iglesia a escuchar "de verdad" a las víctimas y reclama "que estos delitos no prescriban" para "al menos encontrar consuelo en la Justicia". "Están siendo cómplices", afirma en la segunda parte de la entrevista: