Aunque el poder central del Imperio Romano estaba en Roma, Augusta Emérita (Mérida) fue la capital de la nueva provincia hispana de Lusitania. Es por ello que era un enclave estratégico en el que hacían parada algunas de las vías de comunicación más importantes de Hispania. Pero no era el único lugar conectado mediante estas calzadas. De hecho, la red que formaron los romanos en la península fue tan sofisticada que aún hoy sigue usándose como base de nuestras carreteras. De ellas se conservan incluso algunos tramos originales en perfecto estado.

Para aprender más sobre este asunto, Boris Izaguirre entrevista a Agustín Velázquez, conservador del Museo Nacional de Arte Romano de Mérida, lugar en el que ahora se encuentran. "Se ha dicho que el Imperio Romano quizá no sea otra cosa que un montón de ciudades comunicadas por calzadas", cuenta el experto.

"Las calzadas comunicaban las ciudades más importantes. Existían unas grandes calzadas que iban por la costa y luego muchas ramificaciones. Las calzadas se hicieron al principio con finalidad militar, pero luego ya se dedicaron al comercio, a la industria, a los intercambios culturales; fueron ya una especie de vasos comunicantes que comunicaban todo el Imperio".

El equipo de 'Desmontando' nos ofrece otra de sus mágicas recreaciones digitales para mostrarnos la guía de calzadas del Imperio Romano en Hispania. "Os propongo un experimento", dice la voz en off de Anabel Alonso. "Comparemos las calzadas romanas con el trazado de las principales carreteras actuales. ¡Anda, pues resulta que seguimos circulando por calzadas romanas", se asombra la locutora.

"Se cavaba una gran zanja, se rellenaba de material de relleno, de piedras de diferente tamaño, se apisonaban con rulos de tierra y piedra, como hasta hace poco hemos visto en nuestras carreteras las apisonadoras y todo eso. Y luego las más importantes, solo las más importantes, se careaban con grandes piedras muy duras de diorita (...) Y estaban tan bien construidas que la mayoría, todas, tienen una especie de peralte para que el agua de lluvia se vaya a los laterales, no se encharque nunca el centro y ese agua se escurre a las cunetas", explica Agustín Velázquez.

Además, los romanos también tenían su propio sistema vial de circulación con límites, normas y señales. " Había unas piedras que marcaban los postes kilométricos de lo que faltaba para llegar a cada ciudad y te indicaban incluso dónde podías alojarte, dónde había posadas...".