El 5 de marzo de 1992, el cadáver de Mercedes Lázaro, una joven de 25 años, apareció en el garaje de su casa en Zaragoza causando una gran conmoción en una ciudad tranquila como la capital de Aragón. Nadie vio nada, nadie escuchó nada y la policía carecía inicialmente de pruebas y evidencias que le hicieran sospechar de alguien, así que centraron su investigación entorno al edificio de Mercedes, en la calle Fueros de Aragón.
En el edificio eran cerca de 80 vecinos, la mayoría de ellos hombres adultos y ahí es donde empezó a investigar la policía. "Se buscan habitantes y vecinos del inmueble que puedan tener alguna relación con ella o alguna situación en la que por el motivo X se han visto en la oportunidad de cometer el crimen", recuerda un el inspector de policía Marco Antonio Navarro, que cuenta que por la hora a la que se cometió el crimen, entre las 23:30 y las 00:00, los horarios y costumbres de los vecinos invitaban a descartar a unos o apoyar más la investigación en otros.
La policía observó a un vecino que tenía por costumbre irse de noche a oír la radio al coche en el garaje. Además, era un vehículo que según la policía aparcaba cerca de donde apareció el cuerpo de Mercedes. Al inicio de la investigación, se observó que al cadáver de la joven le faltaba un pendiente y este se encontró junto al trastero de dicho vecino, lo que hizo que pasase a ser el principal sospechoso.
El Grupo de Homicidios estudió el perfil del sospechoso. Tenía 41 años y carecía de antecedentes penales. El día del crimen, aparentemente, estuvo en una cena con unos amigos. "Hablaron con estos tres o cuatro amigos con los que había estado y estos confirmaron que estuvieron hasta la una de la mañana, pero uno dijo: 'A mí me ha dicho que digamos que fue hasta las 01:00, pero, realmente, a las 23:00 nos despedimos'.", relata el juez de instrucción Rafael Lasala. Esta última declaración llevó a la policía a sospechar mucho de esta persona, hasta el punto que le llegaron a detener.
El presunto homicida declaró que no conocía de nada a Mercedes Lázaro y afirmó que la noche del crimen estuvo cenando con unos amigos y que habló con ellos para que todos pudieran recordar las mismas horas. El hombre también contó que sus amigos sí sabían que él tenía costumbre de escuchar la radio en el coche y les comentó que si esa noche también lo hubiera hecho, posiblemente hubiera visto lo sucedido. Además declaró que su hora de llegada fue las 01:20 y que su mujer podía corroborarlo.
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Finalmente, la policía consiguió las pruebas del ADN del sospechoso pero los resultados no fueron lo esperado. "El primer frenazo que hubo fue cuando avanzan a la Policía que no es semen, sino saliva, pero todavía se apuntaba que era de un tercero", afirma Lasala, que añade que el segundo frenazo fue cuando posteriormente la cátedra de Medicina Legal de Zaragoza informó que era una mancha de saliva de la propia Mercedes. La policía tardó un año y nueve meses para concluir que la famosa mancha, que era la gran esperanza en este crimen, era saliva de la víctima. "Con ese poco bagaje probatorio, simplemente se le tuvo por investigado y poco más se pudo hacer.", recuerda el juez Lasala
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