Una amistad de tres generaciones se instala en el salón de la casa de América. La madre, la hija y la amiga de la familia recuerdan anécdotas, vivencias, incendios y risas en compañía de Albert Espinosa en el Camino a casa de Alaska. El presentador escucha con atención sus batallas de otros tiempos y siente completa admiración por la madre de la artista.

Él le enseña la carpeta que le han regalado a la invitada de hoy y, junto a ella, le cuenta todo lo que han hecho durante el programa. En su mochila lleva las dos latas de leche condensada que Olvido no ha querido y se las ofrece a América. Un kilo y medio, lo que la niña pesó al nacer. Ella sí las acepta de buen grado. "No le gusta, fíjate, y a mí me gusta con todo".

También le regala una estampa de Santa Rita. "Yo no he pedido tanto como la vida me ha dado", reflexiona ella con la imagen en la mano. "Me ha dado demasiado, me da hasta pena. Tengo que devolver", reconoce para sorpresa de su hija. "Pues nada, devuélvenos", responde ella.

"Santa Rita de los imposibles", recita Olvido. A esa le tenemos que pedir tú y yo cosas, le insinúa la artista a su amiga.