Alaska llega a casa de su madre, América, esperando encontrarse solo con ella en el salón, pero para su sorpresa se reencuentra también con una amiga de la familia de toda la vida. Ella es Puri y nos arriesgamos a decir que es un personaje para la historia de la televisión.

"Soy de las primeras señoritas y señoras que la conocieron al llegar a Madrid, ¿verdad?", explica ella a Albert Espinosa. "Hace 48 añitos que nos conocemos. Éramos unos bebés", asegura mientras se muestran fotos que ya tienen alguna que otra década.

América, Puri y Olvido se conocieron estudiando en una academia de estética. "Apagamos un incendio como tres tontas", adelanta Puri. "Se incendió donde se ponía la cera y se fue todo el mundo y nos quedamos las tres apagándolo. Y estamos vivas y estamos aquí.

Y a raíz de eso, hicimos la amistad".

Una amistad intergeneracional que une a tres generaciones de mujeres, ahora presentes en El camino a casa. Puri recuerda cómo tomaron tequila por primera vez juntas, y también sangría. "Y nos la cogimos. Fuimos a comer a un chino, pedimos sangría y salimos las tres... Así. Sentadas en la calle Mayor en un portal".

Entre anécdotas y brujerías, la complicidad de Puri y Alaska se deja ver. "Dime qué comes, cariño, porque estás cada vez más...", le pregunta a la artista. "¿Gorda?", pregunta con malicia Alaska. "Llevamos a dieta desde que nos conocemos, yo creo", ríe.

América presencia la conversación y Albert Espinosa y su hija le ponen al día de todo lo que han hecho hasta ahora; desde su paso por el colegio hasta su encuentro con Lorraine y Juan Luis, amigos de la infancia. "Hemos estado en Santa Gema", le informa Alaska. Albert le ha traído a Santa Rita. "Yo no he pedido tanto como la vida me ha dado", se sincera la señora de repente. "Me ha dado demasiado. Me da hasta pena. Tengo que devolver".

"Gracias a Dios. Santa Rita de Casia. Patrona de los imposibles. A esa le tenemos que pedir tú y yo cosas", insinúa Alaska a Rita. "Que nos quite las ganas de comer y golosear", confirma ella.