Un año después del robo del Códice Calixtino, la Policía lo halla en un garaje del que siete años atrás había sido el electricista de la Catedral de Santiago, Manolo Castiñeira. Mientras espera el juicio, es enviado a prisión preventiva: la Policía tiene las pruebas necesarias para condenarle por el robo del Códice Calixtino y de más de un millón de euros de la Catedral de Santiago.
Sin embargo, mientras espera el veredicto juega su última carta: escribe una misiva en la que se abre en canal. "Manifiesto que cuando me dijeron que era un pecador y que los pecados de los demás no limpian mis cados, mi pensamiento fue que la gente no se enterara nunca lo que yo he vivido y visto", comienza.
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En ella habla de abusos expresos del deán, de menores de edad, de monaguillos... el juez Taín se la lee y tal y como ha explicado en Anatomía de, las deriva al juzgado correspondiente: "No avanza porque no había ni un solo nombre ni apellidos en esas denuncias que se pudieran concretar, ni de víctimas ni de agresores".
La magnética personalidad de Cristóbal García Caballero
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Tirando del hilo de la cámara de fotos que hizo las fotos captadas por la Policía de los cuadros robados de Francis Bacon, los agentes llegan hasta Cristóbal García Caballero. Los periodistas de El País se cobran su deuda de silencio con este nombre.