En los últimos días, los talibanes se han esforzado en dar una imagen renovada de su movimiento. En múltiples imágenes compartidas por los insurgentes, su propaganda ha dado un giro y muestra a niñas yendo al colegio, e incluso en sus redes sociales comparten palabras y gestos afines al ideario occidental. Sin embargo, la realidad es muy diferente.

Tal y como denuncian desde las Naciones Unidas, la represión no ha sido diferente a la de otras ocasiones. Más bien, todo lo contrario: el ente describe múltiples violaciones de los derechos humanos, ataques contra niñas y mujeres y una brutal violencia contra diversos civiles.

Un ejemplo de ello es lo que los fundamentalistas islámicos le hicieron a un famoso cómico afgano. Este fue capturado el pasado mes de junio: lo secuestraron, lo degollaron y, después, brindando una imagen atroz, jugaron con su cabeza al fútbol.

También, como se muestra en el vídeo que acompaña estas líneas, están los testimonios de otras personas. Por ejemplo, de un traductor que relata las torturas que sufrió su esposa: “Golpearon a mi mujer y la drogaron. Le tiraron del cabello y la arrastraron hasta la puerta”, espeta en una entrevista.

La ONU pide una actuación más severa al Consejo de Seguridad

Estos hechos han llevado a la ONU a hacer un llamamiento para una actividad más contundente. En este sentido, la alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Michelle Bachellet, protagonizó este martes una comparecencia ante el Consejo de Seguridad en la que describió la dramática situación de decenas de miles de personas.

"Hemos recibido informes fidedignos de violaciones graves del derecho internacional humanitario y abusos de los derechos humanos, que tienen lugar en muchas zonas bajo el control efectivo de los talibanes", esgrimía.

Según Bachellet, dichas violaciones incluyen, entre otras, "ejecuciones civiles y de todos los miembros de combate de las fuerzas nacionales afganas, restricciones a los derechos de las mujeres, incluido el derecho a circular libremente y asistir a la escuela, reclutamiento de niños soldados y represión de la protesta pacífica y la expresión de disidencia".

Una disidencia que, tras el ascenso talibán, en el país afgano se paga muy cara, desde las condenas de muerte a civiles y colaboradores afganos, hasta castigos por el simple hecho de ondear la bandera nacional en la calle. Situaciones que ahora se han visto silenciadas.