Estos centros funcionan después del horario escolar. Antes de la crisis cumplían un papel educativo y de refuerzo pero ahora se ven obligados a suplir deficiencias en alimentación.

Entre otras, está la Fundación de Entidades de Atención a la Infancia y Adolescencia (Fedaia), que en Cataluña sirve de paraguas al 90% de los centros de menores. Según el presidente de Fedaia, Jaume Clupés, en Cataluña se ha duplicado el número de niños que asisten a los centros de día, donde los trabajadores sociales han detectado casos de desnutrición.

Se trata de situaciones límite. Muchas veces los padres están en la calle buscando recursos, tienen horarios desorbitados o salarios ínfimos.

Según el portavoz de Aldeas Infantiles, Gracia Escudero, el paro y los desahucios llevan a los comedores sociales a familias que hace dos o tres años "ni se planteaban acudir a los servicios sociales", y lo hacen para que sus hijos "no pasen hambre".

Orientadores de estos centros, que prefieren mantener el anonimato, llaman la atención sobre los efectos colaterales que estas situaciones acarrean en el menor como bajo rendimiento escolar o problemas psicológicos que requieren tratamiento.

A ello se añade la vergüenza y el pudor, más en las familias que en los niños, al verse obligadas a recurrir a los servicios sociales, algo descartado antes de la crisis.