España, como estado miembro de la Unión Europea, se enfrenta al reto de reciclar el 55% de los recursos municipales antes de 2025. Las ambiciones de la normativa comunitaria son más exigentes: el 60% para el 2030 y 65% para el 2035. Esta regulación además pretende reducir el 10% de los residuos que acaban en los vertederos y que contaminan el suelo, el aire y el agua.
Para ello, uno de los mayores retos a los que se enfrentan las ciudades y pueblos es el reciclaje de la materia orgánica. Restos de comida, servilletas usadas o pequeños restos de jardinería, son el tipo de basura que más generamos (un 37%), pero no el que más reciclamos, sobre todo porque su recogida no está generalizada en España.
Por eso, muchos gobiernos regionales se han puesto las pilas. País Vasco, Cataluña, la Comunidad Valenciana o Madrid son ejemplos de ciudades que ya tienen en marcha procesos de recogida específicos para la basura orgánica. Si no se recicla la orgánica, la que más generamos, es imposible alcanzar los objetivos globales de reciclado.
El caso de Allariz
Bernardo Varela López es concejal de Medioambiente en Allariz, un municipio de 6.300 habitantes en Orense y situado en un maravilloso enclave natural cobijado bajo la figura de protección reserva de la biosfera. Cuenta que ya en 2010 llevaron a cabo un proyecto piloto de compostaje familiar conjuntamente con el Ministerio de Medio Ambiente. Pero en 2014 espabilaron de verdad con el reciclaje de los residuos orgánicos. Las motivaciones: el objetivo que impone la UE y el ser conscientes de los elevados costes que suponía enviar las basuras a la planta de incineración y posteriormente al vertedero (80 euros por tonelada).
Varela asegura que hoy "entre el 30% y 40% de los ciudadanos recicla muy bien". Las zonas urbanas cuentan con compostadoras comunitarias situadas a no más de 50-100 metros de las viviendas. Los vecinos disponen de tres cubos: uno para depositar las basuras orgánicas; otro con estructurante (restos de hojas y astillas de madera), materia seca que consigue que los residuos orgánicos no se pudran y no tengan problemas de olores o de insectos; y otro con el humus generado del proceso de reciclaje, para que los propios vecinos puedan llevárselo y utilizarlo en sus hogares.
Además, en 2018 se aprobó una ordenanza municipal por la que las grandes productoras (negocios de hostelería, albergues, comercios) están obligadas a separar los residuos. A su disposición tienen unos contenedores que se recogen cada tres días.
También, en zonas de chalets, alejadas del centro urbano, tienen otro espacio para los restos de poda que después se tratan en una planta de biomasa donde se crea energía con esos restos.
Antes, los que no reciclaban presumían de ello y ahora no chulean, sino que se esconden.
El edil cuenta que ha notado cómo ha "variado la visión del tema": "Antes, los que no reciclaban presumían de ello y ahora no chulean, sino que se esconden". Tras este cambio de actitud de la ciudadanía ha habido una gran labor de educación e información. Con los más pequeños se trabaja desde las escuelas: "Tienen compostadoras en los propios centros y se les enseña a separar. Incluso tienen huertos ecológicos", con gallinas y todo, cuenta Varela.
Los más mayores no son tampoco los más difíciles de convencer de la necesidad de reciclar los residuos orgánicos: "Tienen la costumbre de separar, porque ya lo hacían para dar de comer a los animales y saben el valor de esos 'residuos'". Ahora, el Ayuntamiento trabaja en un proyecto para repartir embudos de freiduría. Para ello da charlas hasta en salas de algunas parroquias.
Y en municipios más grandes...
Lo cierto es que no existe un sistema de recogida de residuos orgánicos único y específico. En Bilbao, son las familias las que se adscriben al uso de este tipo de contenedores: reciben una tarjeta electrónica para poder acceder a los depósitos. Con ellas además pueden recoger bolsas compostables gratuitas.
En Barcelona, donde llevan desde 2010, los contenedores marrones son de libre acceso para todos los ciudadanos. Gran parte de este residuo se emplea para fabricar compost y biogás en el ecoparque de la Zona Franca, y otra parte se usa para hacer compostaje comunitario (que los ciudadanos utilizan en sus plantas y huertos). Además, desde el Ayuntamiento señalan que en algunas zonas se ha comenzado a implantar el sistema de recogida de residuos 'puerta a puerta' y que, gracias a ese modelo, la fracción de residuos orgánicos que se recoge ha aumentado considerablemente: de recoger cerca de 3.000 kg. al mes, a recoger 6.490 kg.
Madrid se ha unido recientemente a la gestión de los residuos orgánicos, aunque ha llegado pisando fuerte con una importante campaña de sensibilización. 'Acierta con la orgánica' empezó en octubre de 2018 y recoge sus contenedores marrones en doce distritos de la capital. Para mejorar el conocimiento de sus vecinos y vecinas, el Ayuntamiento de Madrid ha localizado puntos informativos, cartelas e incluso material audiovisual, como este vídeo en el que presentaban sus primeros resultados.
Quiero reciclar la orgánica, ¿qué puedo tirar al contenedor?
Principalmente van a parar a este contenedor (gris con tapa marrón) residuos compuestos de materia biodegradable: restos de frutas, verduras, carnes y pescados; las cáscaras de huevo, mariscos y frutos secos; los restos de infusiones y posos de café; las servilletas usadas, papeles y cartones con restos de aceite; tapones de corcho, cerillas y serrín; y restos de jardinería. Para desechar estas basuras no es obligatorio usar bolsas biodegradables, aunque sí es recomendable.
Esta basura se trata en las plantas de reciclaje para convertirlas en biogás y compost, que se usa como abono para la agricultura y para la recuperación de suelos dañados.
Al distinguir entre residuos orgánicos y la "fracción de resto", se logra disminuir la basura que acaba en el vertedero, que a su vez será más fácil de gestionar y menos contaminante.