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San Fermín, ayer y hoy: del caos improvisado al encierro organizado con seguridad, cámaras y entrenamiento

Los detalles Los encierros de San Fermín siguen empezando con el cohete y terminando en la plaza, pero el viaje entre medias ya no se parece en nada al de hace décadas. Toros criados para correr en grupo, corredores uniformados y una organización precisa han transformado la fiesta sin borrar su esencia.

San Fermín, ayer y hoy: del caos improvisado al encierro organizado con seguridad, cámaras y entrenamiento

Cada mañana de San Fermín, a las ocho en punto, un cohete rompe el cielo de Pamplona. Es la señal. Se abren los corrales. El corazón se dispara. Empiezan los encierros.

Pero aunque el ritual sea el mismo, todo lo demás ha cambiado. Mucho.

Antes: espontaneidad, caos y traje de calle

Los encierros de antes era otra cosa. Eran, sobre todo, funcionales: una forma de llevar los toros desde los corrales hasta la plaza para la corrida. ¿Quién corría? Quien quería. Vecinos, mozos, pastores... sin normas, sin camisetas técnicas, sin dispositivos de seguridad. Algunos iban en ropa de calle, otros en alpargatas, y no era raro ver a alguno con el brazo vendado o en cabestrillo. Literalmente, se apuntaba quién podía.

No todos llevaban el típico blanco y rojo. Esa imagen tan icónica de hoy no era la norma entonces. Tampoco había entrenamientos previos ni planificación. Se corría, porque tocaba, porque se sentía. Porque era San Fermín.

Ahora: un evento global, atlético y organizado

Hoy los encierros son otra historia. Un fenómeno internacional. Cada año, miles de personas de todo el mundo vienen a Pamplona solo para correr esos escasos pero intensos minutos. Muchos son corredores expertos, auténticos atletas que entrenan durante meses para enfrentarse a los toros. Otros vienen buscando la experiencia vital, la foto, el relato.

El encierro ya no es solo tradición: es espectáculo. Y se nota. Hay cámaras en cada ángulo, retransmisión en directo, seguridad milimetrada. Y sobre todo, hay normas. Muchas. No se permite molestar a los toros. No se puede correr bebido, No se puede correr sin el calzado adecuado. Se cuida hasta el más mínimo detalle.

Toros de ayer y toros de hoy

También han cambiado los verdaderos protagonistas: los toros. Antes eran más diversos, más imprevisibles. Se separaban fácilmente durante la carrera, lo que aumentaba el peligro. Hoy se crían especialmente para correr en grupo, con líneas genéticas seleccionadas para fuerza, velocidad y resistencia.

Y se nota. Ahora los toros vuelan. Trazan curvas con precisión, mantienen el grupo compacto, y en las rectas pueden llegar a velocidades impresionantes. Son pura potencia. Pura coreografía animal.

Un recorrido más seguro, pero también más controlado

Antes, el vallado era escaso. Ahora hay doble barrera en muchos tramos. Hay huecos seguros para refugiarse. Personal sanitario a cada paso. Policías, pastores, guías… todo perfectamente coordinado.

Gracias a eso, aunque los encierros sigan siendo peligrosos, los heridos graves han bajado notablemente. Eso sí, hay quien dice que se ha perdido la emoción de lo imprevisible. Que todo está más "atado". Más vigilado.

Lo que no ha cambiado

Pero si algo sigue intacto, es la esencia: el momento exacto en que el cohete suena y la calle estalla. La mezcla de miedo, valor, locura y euforia. Esa adrenalina que empuja a miles de personas a lanzarse delante de seis toros bravos, sin más protección que sus piernas y su instinto.

San Fermín ha cambiado, sí. Pero la locura, la devoción y la emoción siguen ahí. Como el cohete. Como el grito. Como el miedo. Y eso, pase lo que pase, no se corre. Se siente.