Según informa la Policía, la organización estaba compuesta por ciudadanos de nacionalidad española, colombiana y albanesa dedicados a introducir grandes partidas de sustancia estupefaciente en España, camufladas en distintos productos legales para, posteriormente, establecer laboratorios clandestinos con la finalidad de extraer la pasta de coca de dichos productos y con ello elaborar clorhidrato de cocaína.

Para ello contaban con una amplia estructura empresarial que se encargaba de importar contenedores marítimos contaminados de torta de palmiste, producto con el que enmascaraban el estupefaciente a fin de superar fácilmente los controles aduaneros y sanitarios.

La intención de la organización era extraer la pasta base de la harina de palmiste y, una vez separada, proceder a la transformación de la misma en clorhidrato de cocaína.

Disponían de "químicos o cocineros", expresamente traídos desde Latinoamérica para instruir a la organización y mostrales la elaboración o "cocinado" del estupefaciente.

La Policía llegó hasta la organización después de que una pareja de ciudadanos colombianos viajara a España hasta tres veces para comprobar la estructura, negociar los porcentajes y beneficios una vez la droga fuera extraída y distribuida.

El chalé de El Puig no solo pretendía ser un laboratorio de procesamiento de cocaína a escala europea, sino que en él también la organización tenía previsto cultivar marihuana en diversas estancias.