En Liberia, precisamente, fue donde pasó los últimos siete años de su vida, en concreto, en el hospital San José de Monrovia, donde el pasado día 2 había muerto de ébola su director, el hermano Patrick Nshamdzea, a quien había cuidado.
De 75 años, Pajares, el mediano de cinco hermanos, había nacido en La Iglesuela, una pequeña localidad de apenas 500 habitantes, que está situada en el noroeste de la provincia de Toledo y que había visitado por última vez el pasado junio.
A su pueblo tenía previsto volver a finales de este mes o a principios de septiembre. Su idea era regresar por esas fechas a España para quedarse donde le destinaran y continuar su labor.
Era miembro de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios (OHSJD) desde los 12 años y quienes le conocen no escatiman elogios sobre él. "Es muy querido por todos, le tenemos mucho aprecio y ha ayudado siempre a los demás", son algunas de las palabras que le siguen dedicando sus paisanos.
Desde que se conoció que estaba afectado de ébola, el pequeño municipio toledano vivía con una mezcla de preocupación y esperanza la situación del sacerdote porque -dicen- era "una persona maravillosa". La tranquilidad de este pequeño pueblo se ha visto alterada en los últimos días por un trasiego de periodistas, fotógrafos y cámaras de televisión.
En el pueblo, un municipio de unos 500 habitantes en el que todos se conocen y son como una gran familia, no escatiman elogios para su paisano. "Es un buen hombre, una persona estupenda, muy querido por todos, ha hecho mucho bien", son algunas de las palabras que le han dedicado a Miguel Pajares sus vecinos, que se mostraban visiblemente afectados, y algunos hasta con lágrimas en los ojos, al conocer su enfermedad.
Miguel Pajares estudió Enfermería, después se ordenó sacerdote y ha estado 18 años de misiones en distintos países, entre ellos, Irlanda, Ghana o Liberia. Los últimos siete años de su vida los pasó en este último país africano, en el hospital San José de Monrovia, donde falleció de ébola su director, el hermano Patrick Nshamdzea, a quien había cuidado.
Tres días después de la muerte de Nshamdzea, los análisis confirmaron los peores presagios: Pajares también había resultado infectado.
El religioso manifestó su deseo de regresar a España para recibir una atención sanitaria adecuada: "Me gustaría porque tenemos muy mala experiencia con lo que ha sucedido aquí. Aquí estamos abandonados y no nos satisfacen. Queremos ir a España y que nos traten como a personas, como Dios manda", afirmó Pajares. Con voz muy débil y entrecortada, el religioso mostraba su deseo de ser trasladado a España, dado que se encontraba "francamente mal" y era "incapaz de levantar cabeza".
A primera hora de la mañana del día 7, el sacerdote, el primer europeo en contraer la enfermedad, llegó a España en un avión del Ejército del Aire que aterrizó en la base aérea de Torrejón de Ardoz a primera hora de la mañana.
Fue trasladado al hospital Carlos III de Madrid, junto a la monja de origen guineano y pasaporte español, Juliana Bohi, que pese a no estar contagiada fue trasladada con las mismas medidas de aislamiento.
Los dos pacientes fueron conducidos a un edificio del complejo en la planta sexta del centro, completamente aislados, asistidos y controlados por dos médicos internistas e intensivistas, cuatro enfermeras y cuatro auxiliares por turno, y el correspondiente personal de apoyo.
El sacerdote presentaba en un principio una "situación clínica estable", según indicaba el primer informe médico facilitado tras su llegada al Carlos III, y la religiosa se encontraba en "muy buen estado general".
La estabilidad en el estado del religioso ha sido la tónica en los últimos días, lo que había sido interpretado por parte de la familia de Miguel como un paso adelante en su lucha contra el ébola.
Los familiares estaban esperanzados en que el tratamiento experimental que le estaba siendo suministrado desde el pasado sábado conseguiría resultados positivos.
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