Hace 15 meses, a Magdalena le extirparon la mama derecha. Pero hace un mes, la Seguridad Social de Pontevedra le dio el alta. "Lista para trabajar. Podía trabajar en todo, según la inspectora", cuenta.
Esta mariscadora de 59 años trabaja a menudo con el agua hasta la cintura. "Me empieza a doler el pecho, las cicatrices, porque estoy abierta hasta la espalda".
Su médico de cabecera dice que no puede trabajar en estas condiciones. Le pidió un informe a la oncóloga, que cree que tampoco debe trabajar. Pero sólo puso "no debe coger pesos", así que la inspectora, basándose en ese documento, le dio el alta. Cree que Magdalena puede buscarse otro empleo. "Llevo desde los ocho años trabajando en esto", explica Magdalena.
Inspección dice que no da datos de pacientes. Sólo alega que Magdalena no ha puesto reclamación. Ya no puede reclamar por vía administrativa, sólo judicial. Está preparando la demanda junto con su abogado.
Además, del peso, Magdalena tiene que soportar unas condiciones de trabajo muy duras. Expuesta a la lluvia, a la humedad y al frío. La medicación le afecta también a las piernas. Cuando acaba, su marido carga con el marisco. Pero, o trabaja o en su casa sólo entra una mínima pensión de su marido.
"Le habían lavado el cerebro"
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El contexto Adriana di Gerónimo se enteró de que su hermana estaba recluida en una congregación católica que había recibido denuncias por abusos sexuales. Al recibir la noticia, no dudó en dirigirse a Manresa para ayudarla.