Una de las consecuencias de esta pandemia del COVID-19 va a estar en la forma de relacionarnos. Las medidas de seguridad han disparado los casos de hafefobia: el miedo irracional a tocar y ser tocado y que afecta a comportamientos tan cotidianos como llamar al ascensor, abrir una puerta o llevar el carro del supermercado.
"Si tengo que tocar algo porque no quedan más narices, me pongo gel y ya está", asegura al micrófono de laSexta una señora.
Es un ejemplo claro de cómo las medidas de prevención han calado hondo en la gente. Hasta el extremo de comportamientos como el de Jerónimo, que para hacer deporte en las máquinas del parque ha decidido utilizar bolsas para excrementos de perro para protegerse las manos. "Dicen que hay virus por todos los sitios", razona.
"El miedo al contagio, la incertidumbre, las limitaciones físicas, el uso de la mascarilla, la sobreinformación... Eso genera más ansiedad y que se dé esta patología", explica Enric Valls Roselló, psicólogo clínico.
La hafefobia surge como un mecanismo de defensa que hace que cambien nuestra relaciones sociales, que sobre todo se presentan a partir de los 40 años en adelante. "La hafefobia está relacionada con personalidades con mucha autoexigencia, nivel de perfeccionismo muy alto y difícil gestión emocional", abunda Valls.
Pero la prudencia no es lo mismo que la hafefobia. La padecemos cuando sentimos que nos limita la vida. Algunas maneras de sobrellevarlo: consultar con un profesional, hablarlo con alguien de confianza o hacer deporte para gestionar la tensión.
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