Jenifer cuenta su historia y envía un mensaje a los niños que viven situaciones semejantes a la suya: "Aunque nos pasen cosas muy duras, podemos salir adelante, siempre que queramos hacerlo".

El episodio que truncó su infancia ocurrió en Asunción del Paraguay el 29 de julio de 2007 después de una reunión familiar y de una conversación telefónica entre su madre, que estaba en España, y su padrastro.

Para Jenifer, su padrastro actuó movido por el miedo o por los celos con la intención de hacerle daño a su pareja, sabiendo que el mayor perjuicio que se le puede causar a una mujer es a través de sus hijos.

Aquella tarde, Jenifer decidió ir a la habitación de su madre para ver la televisión y, de repente, entró su padrastro, quien arrojó una botella de thinner al suelo, encendió una cerilla y la lanzó sobre el líquido inflamable, que comenzó a arder.

"Me asusté y salté encima de él para intentar salir de la habitación, pero él había echado el pestillo de la puerta. Él me agarró y me tiró con todas sus fuerzas al suelo. No sabría decir cuánto tiempo estuve allí, pero cuando me desperté me puse muy nerviosa", precisa.

Toda la habitación estaba en llamas, mientras su padrastro permanecía en la puerta impidiéndole el paso y, cada vez que ella se acercaba, la empujaba hacia el interior. "Él me agarró del pelo, me metió toda la cara en el fuego y me dijo que ya no sería la princesita de papá", recuerda Jenifer.

"Él se quedó detrás de la puerta. Me miraba y sonreía. A mí me daba mucho miedo, pero al final salí corriendo por una esquina de la habitación", asegura. En la calle, se encontró con sus vecinos y corrió de un lado a otro de la calle hasta que localizó a alguien que pudo acercarla hasta un centro hospitalario.

"Yo no tuve infancia. Me la arrebataron totalmente. Durante cuatro años, estuve encerrada en mí misma. No quería verme en el espejo. No quería ver a nadie. No quería que nadie me viera. No quería salir. No quería ir al colegio porque los niños que me hacían bullying", detalla.

En plena adolescencia, logró superar el encierro con la ayuda de un psicólogo a lo largo de seis años. "Lo que no hay que hacer nunca es negarse a recibir apoyo". señala. "Me ayudó a quererme a mí misma. Soy capaz de ir a la playa y ponerme un biquini. Me da igual que la gente me mire. A pesar de que tengo cicatrices, yo hago una vida totalmente normal", recalca. Jenifer se ha visto sometida a 74 intervenciones quirúrgicas desde el suceso.