Ansiaba la libertad al otro lado de una ventana y, desde su cama, luchó durante 25 años por tener una muerte digna. "Pienso que vivir es un derecho, no una obligación", declaró Ramón Sampedro.
Hace ahora 20 años, Ramón Sampedro decidió definitivamente poner fin a su vida. Exactamente la misma decisión que tomó el hijo de Carme, que sufría ELA. "Decía yo no me quiero ir, es que no me quiero morir. Lo que pasa es que no quiero vivir así, vivir de esta manera", señala Carme.
Asun nos muestra las fotos junto a su marido Luis. La esclerosis múltiple que sufrió durante 10 años acabó finalmente con su vida. "Decía que era como un traje de neopreno lleno de cristales que se le clavaban", explica Asun.
Durante todo ese tiempo lideró una campaña para legalizar la eutanasia y poder morir dignamente. "Quería lanzar un grito para que nadie tuviera que sufrir lo que estaba sufriendo y que a quien no tenga ya una calidad de vida mínimamente decente y digna, pueda poner fin a su vida", añade.
Es lo que reclaman las asociaciones en defensa del derecho a morir dignamente. Aseguran que 20 años después de la muerte de Ramón Sampedro no ha cambiado nada. "Lo que realmente debía entrar en la agenda política es lo que está más consensuado por los ciudadanos y el consenso por la disponibilidad a la propia vida es mayoritario", declara Luis Montes, presidente de la asociación.
Piden la despenalización de la eutanasia y derogar el artículo 143.3 del código penal que castiga a quien colabore en la muerte de otra persona. "Vienes al mundo con tu madre y a todos nos gustaría morir acompañados, y yo no he podido estar con mi hijo", relata Carme.
Ha pasado el tiempo suficiente, dice Carme, para que historias como la de su hijo o la de Ramón Sampedro no tengan que repetirse.