Ha sido una larga travesía. Después de ocho interminables jornadas a bordo ha llegado el final de su pesadilla: "Estáis muy cansados. Ha sido largo e interminable, pero ahora, esto es el final. Os pedimos paciencia por última vez" les decía a los migrantes un cooperante francés.
Sobre cubierta, la alegría es más que evidente. La costa está a tan solo unos metros de ellos. La alegría de poder llegar a tierra firme les hace olvidar, en parte, todo lo que han tenido que vivir durante estos últimos días. Desde que vieron que su sueño, el llegar a puerto, era ya una realidad, los barcos se han convertido en una auténtica fiesta.
Cantan, rezan, bailan: es su forma de agradecer que alguien, por fin, ha escuchado sus peticiones y se ha preocupado por ellos. Pero no ha sido un viaje sencillo y tampoco el mar se lo ha puesto fácil: "Muy mareados, vomitando mucho, asustados por las olas, el viento y el zozobrar del barco" explica Ludovic Dugueperoux, de SOS Mediteranee.
Para muchos de ellos era su primera travesía a bordo de un barco. Han sentido miedo y muchos se han preguntado una y otra vez si finalmente habría o no destino: "Las personas a bordo, han visto pasar por Sicilia, Cerdeña, Córcega y ahora las Islas Baleares. Y continúan preguntándonos: ¿cuál será nuestra tierra?".
Y esa tierra es, de momento, el puerto de Valencia. Junto a ellos, allí ha desembarcado también Sidonie, cooperante de UNICEF, que los ha acompañado a bordo estos días. Asegura que para muchos de ellos su único deseo era "una casa para poder descansar" y España, de momento, será su casa.
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