La crisis del coronavirus ya ha dejado más de 15.000 muertos en nuestro país. Los entierros se suceden y el coste emocional es muy alto para aquellas familias que tienen que esperar días a decir adiós a su ser querido, pero también para los sepultureros.

Luis Miguel Jiménez es sepulturero del Cementerio de Carabanchel, en Madrid, y asegura que esta situación es la más dura de toda su carrera.

"Si me lo hubiesen dicho hace tres meses no me lo hubiera creído", ha reconocido. Y es que asegura que lo que más le piden los familiares es "abrir el féretro para ver si la persona que va dentro es su familiar".

La pandemia está complicando su trabajo, y no solo por el aumento del mismo, sino por el coste emocional: "Cada vez que salgo de trabajar me ducho en el puesto de trabajo, pero también en casa por el miedo a poder infectar a mi pareja", ha reconocido.

Su trabajo, a veces infravalorado, es el último eslabón de la cadena. "La gente cree que somos gente muy dura y fría, pero somos personas y también tenemos sentimientos. Esto nos afecta igual, porque puedes pensar que es un familiar tuyo", ha explicado.

La pandemia les ha desbordado: solo en Madrid, en la segunda quincena de marzo se han producido los enterramientos de 9.007 personas, más del doble de todos los que se produjeron en el mes de marzo entero de 2019 (4.125).

Los entierros se producen ahora en circunstancias inauditas. Tal y como explica Francisco Belmonte, trabajador del Cementerio San Justo desde hace más de 30 años, "apenas acude gente". "Debe ser desgarrador cómo no puedes despedirte de tu ser querido en los últimos días de su vida y tampoco puedes concederle esa despedida final en el lugar de enterramiento".

"Tenemos familia y lo que realmente cuesta trabajo es intentar no ponerte en la piel", ha explicado el trabajador que asegura que a pesar de que ellos son las personas que acompañan a los familiares de las víctimas en sus últimos momentos de vida se han vuelto "una parte invisible": "Parece ser que el los enterradores somos una parte invisible de la vida".

Y recuerda algo de lo que, desgraciadamente, no hay que olvidarse: "No somos conscientes de que la muerte realmente forma parte de la vida".