El mundo clama, con voz de mujer, por la igualdad y los derechos. También con silencios ensordecedores como el de las turcas que, en masa, se han solidarizado con las miles de mujeres encarceladas -y torturadas- en Siria. Muchas sin más motivo que la denuncia (falsa) de un hombre.

Por la libertad sexual, sobre todo, han gritado las indias, hartas de vivir en un país con más de 40.000 denuncias de violación al año.

Contra la violencia machista han puesto el foco también en Italia, donde es huelga general. El papa ha reivindicado -a su manera- a las mujeres. "Las mujeres son las que hacen el mundo hermoso: acunan, protegen y lo mantienen vivo", ha dicho.

Ellas han abanderado la lucha por otra libertad, la democrática, en Argelia. Las filipinas han derrocado simbólicamente a su controvertido presidente, Duterte, reconocido machista.

En estereotipos de ese mismo palo ha caído su homólogo ruso. "Os las arregláis para hacer todo, en el trabajo y en casa y permanecéis bellas", ha afirmado.

A la intolerancia y el acoso de los ortodoxos han tenido que sobreponerse las que han osado manifestarse ante el muro de las lamentaciones en Jerusalén.

Encaramadas a la parisina Plaza de la Concordia, las francesas han reclamado que 'concuerden' los salarios de unos y otras. Sólo seis países en el mundo, todos europeos, garantizan la paridad económica total.

Queda mucho por recorrer, incluso en Alemania: el día de la mujer es ya festivo oficial en Berlín y Merkel es la canciller, sí, pero en su partido sólo hay un 20% de mujeres. Muy lejos todavía de la igualdad real.