A la exhermana Mary Dispenza le cuesta mantenerse entera al recordar cómo un cura depredador y una superiora le robaron la inocencia siendo novicia: "Me partieron la vida en dos. Me dijo que me sentara en su regazo, metió las manos en mi ropa interior y me penetró. El mundo se paró para mí".

También sufrió los abusos de una superiora: "Me llamó a sus aposentos y empezó a besarme por todas partes y me sentí igual que cuando el cura abusó de mí". Madres superioras que en otros muchos casos imponían la ley del silencio y de la culpa ante las denuncias.

Abusos en conventos e iglesias que, denuncian estas tres exmonjas chilenas, han sido un secreto a voces durante décadas en Chile, pero también en España: "Te pone las manos por detrás, y te hace caricias de arriba abajo, después se te acerca a tu pecho", relata Yolanda Tondreaux , exmonja denunciante de abusos.

Testimonios que llegan mientras el papa y sus prelados hacen acto de contrición, pero las víctimas desconfían de las "lágrimas de cocodrilo" de los obispos. "Está claro lo que tienen que hacer con los abusos... pero no lo hacen", lamenta Juan Carlos Cruz, denunciante de abusos de un sacerdote.

Exigen a la Iglesia medidas concretas. "Si tocas a un niño una vez, estás fuera", propone Miguel Hurtado, víctima de abusos. También exigen que estos abusadores acaben en la cárcel, por la justicia ordinaria, que paguen como todo criminal.