Sus huellas son aún visibles en la capital alemana, donde varios fragmentos originales, reconvertidos en una especie de museo de la historia viva, son inmortalizados de forma continua en selfies por los turistas.
El Checkpoint Charlie es uno de los puntos fronterizos más famosos del Muro de Berlín: conectaba la zona de control estadounidense con la soviética. Ahora una foto con un joven disfrazado de soldado americano, bandera en mano, cuesta tres euros.
En el este, todavía son muchos los que se resisten a mitificar la noche frenética que cambió el mundo.
Un gran malentendido, cinco horas de vértigo y miles de personas sedientas de libertad se aliaron a última hora del 9 de noviembre de 1989 para lograr una hazaña que parecía imposible: tirar abajo el Muro de Berlín.
El anuncio de que la RDA otorgaría permisos para salir del país hizo que decenas de miles de berlineses orientales se reunieran ante los pasos fronterizos pidiendo cruzar al oeste.
La apertura de los pasos llevó a unos 100.000 personas a visitar esa misma noche por primera vez en décadas Berlín occidental, donde fueron recibidos con lágrimas y abrazos en imágenes que dieron la vuelta al mundo y se convirtieron en icono del final del siglo XX.