Entre un mar de escombros, un hilo de llanto desesperado resuena desde lo más profundo. Se apresuran a quitar piedra a piedra mientras la pequeña atrapada sostiene el lloro, hasta que consiguen rescatarla y llevarla a una ambulancia. Ahora descansa adormecida en un hospital.
Tiene cinco años y las vidas de sus padres y cuatro hermanos se acaban de quedar enterradas. No son las únicas ya que hay alrededor de un centenar de muertos en la ofensiva aérea de la aviación rusa y siria en Alepo. En otro edificio asoma la pequeña cabeza de un bebé entre los escombros. Consiguen sacarlo entre gritos de alegría aunque muchos se preguntan cuántos no han tenido esa suerte.
Una corta tregua que ha traído una intensa ofensiva, anunciada a bombo y platillo sobre, dice el régimen sirio, los barrios rebeldes de la ciudad. "Yo no he visto un bombardeo así en mi vida. Son muy, muy intensos", asegura Ibrahim Al-Haj, miembro de los Cascos Blancos sirios.
Tan intensos que se cuentan ya más de 60 bombardeos, 40 edificios hechos ruinas, infraestructuras atacadas y tres de los cuatro centros de los rescatistas voluntarios conocidos como Cascos Blancos que han sido también objetivo de las bombas. Sus ecos dejaban lugar a los llantos, como el de un padre que no quiere dejar escapar el cuerpo de su hijo, preguntándose, tal vez, para qué sirve una tregua si cuando termina, lo que llega es peor que lo anterior.