Sally Yates consideró que el veto de Trump podría no ser legal, así que ordenó por carta a todos los fiscales que no lo defendieran en los tribunales. Primero, Trump respondió airado con un tuit, subrayando, acertadamente, que es una fiscal de la era Obama.

Después, Trump pasó de las palabras a los hechos. La despidió con un comunicado en el que le acusó nada menos que de traición por no hacer cumplir la orden presidencial. Después, el Presidente ha arremetido, también en Twitter, contra los demócratas, por retrasar el nombramiento de su elegido para el puesto de fiscal general. Dice que deberían avergonzarse.

Trump está batiendo récords exprés de movilización y de rebelión. Se han manifestado públicamente en contra del veto los fiscales generales de 16 estados, jueces de cuatro, el estado de Washington ha presentado una demanda, 100 diplomáticos han protestado y hasta varias multinacionales se han opuesto.

En la calle, no cesan las protestas y para los diplomáticos díscolos, hay un mensaje de la Casa Blanca: o están con él, o están contra él.