Símbolos del cónclave
La historia de la fumata amarilla (que ya no se usa en los cónclaves)
Cuando hablamos del cónclave, siempre pensamos en la fumata negra y en la fumata blanca. Pero hubo un tiempo en el que de la chimenea de la Capilla Sixtina salía un humo amarillo.

Desde el miércoles, los ojos de medio mundo están puestos en el centro de Roma. La Ciudad del Vaticano, enclavada dentro de la capital de Italia, celebra desde este miércoles el cónclave del que saldrá elegido el papa que suceda a Francisco. Se trata de un proceso rodeado de secretismo, con medidas extremas de seguridad y del que poco o nada se sabe mientras se desarrolla. De hecho, es imposible ver en directo el cónclave, pero sí lo que ocurre en el exterior, concretamente en la chimenea de la Capilla Sixtina.
El sistema de extracción de humos no está permanentemente colocado sobre el tejado de la capilla, sino que se instala días antes de que arranque el cónclave. Y de él salen los humos que nos dan la única información pública sobre el cónclave: si los cardenales se han puesto de acuerdo a la hora de elegir al obispo de Roma.
Prácticamente cualquier persona piensa inmediatamente en los dos humos: la fumata negra y la fumata blanca. La primera tiene lugar cuando no hay acuerdo entre los electores del Colegio Cardenalicio; la segunda, cuando se ha elegido a un papa y éste ha aceptado el cargo. La fumata blanca es la que pone fin al cónclave.
Sin embargo, hubo un tiempo en el que el humo de la chimenea podía ser de otro color. Hasta hace dos décadas, existía también la fumata amarilla ('fumata gialla', en italiano). Según explicaron en su momento desde 'La Reppublica', se trata de una fumata de prueba, que salía de la chimenea antes de iniciarse el cónclave, como método de verificación del correcto funcionamiento de la estufa.
A partir de 2005, desapareció la fumata amarilla, a raíz de las modificaciones aplicadas a la estufa: se le dotó de un aparato con un sistema electrónico que garantizaba su funcionamiento, por lo que el humo de color amarillo dejó de ser funcional. El último cónclave en el que hubo fumata amarilla fue el de aquel año, cuando Joseph Ratzinger se convirtió en papa, asumiendo el nombre papal de Benedicto XVI.