No es fácil entrar en Gaza, hay que poner de acuerdo a tres gobiernos que no se llevan nada bien. El primero, el israelí, que nos abandona directamente en la 'Buffer Zone', un lugar en el que no se puede grabar, por lo que lo hacemos con nuestra cámara casera.

Entre el Gobierno israelí y la Autoridad Nacional Palestina hay, aproximadamente, un kilómetro. Una distancia que recorremos a pie única y, exclusivamente, a través de un corredor en una especie de túnel vigilado. A ambos lados, están en 'tierra de nadie' y, al fondo, se observa el muro y las garitas de militares israelíes que no tienen ningún reparo en disparar a cualquier gazatí que se acerque a la zona.

Llegamos ante la Autoridad Nacional Palestina y, por último, ante Hamás, estamos oficialmente dentro de Gaza. Allí llevan ya tres días trabajando Diana, Felipe, Txema y Antonio, el equipo médico voluntario para esta misión. Han pasado dos años de la guerra y, ahora, es cuando le toca el turno a los niños. Los niños que durante la guerra o la consecuencia de la guerra no pudieron recibir atención sanitaria porque en ese momento las prioridades eran otras o porque no podían salir de su casa.

Enseguida hacen buenas 'migas', saben que les necesitan. Aus lleva ya dos operaciones. Con el bloque, los médicos no pueden salir de Gaza para formarse, las medicinas tampoco llegan y, mucho menos, los aparatos. Para este equipo de Médicos del Mundo, entrar en Gaza es retroceder 30 años. "En España se han incrementado los monitores, las posibilidades, pero el equipo es muy satisfactorio", destaca

Mente positiva y agudeza de ingenio, porque es lo que hay y, en Gaza, son necesarios los milagros, como el del pequeño Yehia, de tres años. Ahora, su madre y él, son un poquito más felices. "Sus articulaciones en principio están sanas, sólo que hay músculos que tiran más que otros y se las deforman", explica Felipe Noya, traumatólogo voluntario de Médicos Sin Fronteras.

"Le hemos hecho una operación para alargar el tendón para que el pie no se ponga de puntillas. Son niños que necesitan también mucho seguimiento y mucho tratamiento de fisioterapia y atención temprana que, probablemente, en este contexto sea casi imposible", lamenta. Estos médicos voluntarios son sus héroes. Personas que dejan sus trabajos para ayudar y que llegan con maletas llenas de material y ganas de compartir lo que saben. El rato que estamos allí, la luz se va varias veces, pero hay que seguir, dicen, ahora no hay guerra pero sí muchas cicatrices.