Sudán ha anunciado la penalización de la mutilación genital femenina y ha retirado las licencias para su práctica a todas las clínicas del país. A partir de ahora, se considera un crimen que supone tres años de cárcel.

La también denominada 'circuncisión femenina' es una práctica tradicional en algunos lugares de África, Oriente Medio y Asia. Según datos de la Organización Mundial de la Salud, más de 200 millones de mujeres y niñas vivas actualmente han sido objeto de esta violación de los derechos humanos, en la mayoría de los casos practicados durante su infancia.

Estos procedimientos consisten en "la escisión total o parcial de los órganos genitales femeninos o cualquier otra lesión de los mismos por motivos no médicos", así lo define la misma Organización; además de advertir sobre el peligro que supone para la salud de las mujeres, ya que puede producir hemorragias graves, problemas urinarios, quistes, infecciones, complicaciones del parto, e incluso aumento del riesgo de muerte del recién nacido.

La MGT se considera un problema mundial y en países como España este delito se castiga con penas de entre seis a doce años. Las razones que atan a ciertos lugares a su práctica varían, pero todas ellas se mueven por factores socioculturales vinculados a familias y comunidades.

Una 'nueva era' para los derechos de las mujeres

En el caso de Sudán, el 86,6 % de las mujeres de entre 15 y 49 años han sido sometidas a la operación, según datos de las Naciones Unidas. Es por esto, que la lucha por la erradicación de la ciruncisión femenina en el país ha supuesto años de críticas por parte de numerosas organizaciones y particulares, hasta que finalmente el gobierno, tras el fin de la dictadura de Omar al Bashir, ha asegurado su correspondiente criminalización.

La ley será aprobada "a finales de esta semana o principios de la próxima" ha anunciado el portavoz del primer ministro Abdalá Hamdok, Al Barag al Nazir.

Este hecho histórico ha sido celebrado por instituciones como UNICEF, quienes lo datan como una "nueva era" o activistas como el británico Nimco Ali, nacido en Somalia, quien lo define como "un día increíble para sus hermanas y el futuro de África".