Son 1.356 páginas. Un informe casi interminable sobre siete décadas de agresiones sexuales a miles de menores por parte de curas en parroquias de EEUU. Abusos como los sufridos por Shaun Dougherty cuando tenía tan sólo 13 años. Él mismo pone voz a su drama de infancia: "Solía sentarme en su regazo y en una ocasión me introdujo los dedos".

Pero hay más, muchos más casos escalofriantes e impunes. En la diócesis de Erie un cura abusó de 15 niños: a una pequeña de siete años, un sacerdote la violó cuando fue a visitarla al hospital.

Otros, como Peter Isely, presenciaron los abusos de compañeros. "El sacerdote cogió al niño, que estaba desnudo, y lo hizo ponerse sobre la cama en la posición de Cristo en la cruz para poder fotografiarlo. Pornografía infantil", relata Isely.

Estremece también el caso de un religioso que, pese a su dimisión tras años de acusaciones, la iglesia le hizo una carta de recomendación para su siguiente empleo: nada más y nada menos que un puesto en el complejo Walt Disney World en Orlando, Florida.

Son solo algunas de las crudas descripciones que recoge la investigación por los abusos sistemáticos a niños por parte de cargos eclesiásticos en EEUU. El sumario habla de al menos un millar de víctimas, 300 sacerdotes implicados y de una gran maquinaria de abuso y silencio organizados.

Además, la investigación revela que "el círculo de curas depredadores" contaba con un "manual de instrucciones para ocultar la verdad". Tenían por norma, por ejemplo, usar eufemismos y hablar de "contacto inapropiado" y no de violación para referirse a las relaciones de abuso con los menores. Ahora, en 2018, la mayoría de los abusos han prescrito; no así el dolor y el recuerdo de las víctimas.