Cuando ocurrió el brutal ataque contra un convoy que transportaba evacuados en Alepo, la gente huía desesperada del lugar de la explosión. Las llamas calcinaron decenas de coches, había cuerpos por el suelo y autobuses destrozados mientras llegaban las ambulancias y metían a los heridos en una camioneta.

En la parte trasera, amontonaban los cadáveres de algunos fallecidos, la mayoría de ellos son niños. Según el Observatorio Sirio de Derechos humanos, el ataque suicida al convoy ha dejado al menos 112 víctimas mortales.

En los hospitales cercanos, los médicos atendían a decenas de personas, las mismas que sólo unas horas antes esperaban a las afueras de Alepo. Después de dos años asediados por grupos extremistas, los dos pueblos chiíes estaban siendo evacuados el gobierno sirio y la oposición habían llegado a un acuerdo, pero entonces explotó el coche bomba.

Las evacuaciones se paralizaron y no se reanudaron hasta la noche. Después de 28 horas de espera para cruzar a las áreas controladas por el gobierno de Al Asad, algunas familias han conseguido por fin llegar a un destino más seguro.