El conflicto salarial de Air France, que vive su decimocuarta jornada de huelga, ha derivado en una fuerte crisis del grupo franco-holandés con la dimisión de su presidente, Jean-Marc Janaillac, y la consiguiente incertidumbre, que ha provocado un bajón en bolsa de sus acciones.
Los títulos de Air France-KLM se dieron un batacazo en la Bolsa de París, con un desplome que llegó a ser del 14 % sólo 45 minutos después del inicio de la sesión, aunque se moderó más tarde: el descenso se situaba en torno al 11 % a media jornada.
Esa fue la primera reacción del mercado al estupor causado por el anuncio de dimisión de Janaillac, tras el revés que sufrió con los resultados de la consulta a los trabajadores que él mismo había organizado para intentar poner fin a los paros que se suceden desde finales de febrero de 2018.
Janaillac había puesto en juego su cargo, confiado en que los trabajadores de Air France respaldarían su propuesta de un aumento de los sueldos del 2 % este año y del 5 % suplementario en los tres siguientes porque el seguimiento de los paros hasta ahora ha sido claramente minoritario, inferior al 10 % de la plantilla en términos globales.
Sin embargo, los empleados no sólo participaron masivamente (80,33 %) en una votación criticada por los sindicatos porque pretendía deslegitimarlos como interlocutores, sino que también se pronunciaron mayoritariamente (55,44 %) contra el presidente.
Detrás de esa desautorización de quien ha llevado las riendas de la empresa durante algo menos de dos años y que será sustituido el 15 de mayo está el descontento de una plantilla que, tras siete años de congelación salarial, se considera con derecho a recibir una parte de los beneficios de 2017.
Ese año el grupo, integrado por Air France, la holandesa KLM y la filial de bajo coste Transavia, obtuvo un resultado de explotación récord de 1.488 millones de euros, un 42 % más que en 2016. El problema es que más del 60 % de esa cifra procedía de KLM, pese a que la facturación de esta marca es un tercio inferior a la de Air France, cuya rentabilidad es netamente inferior y que tiene una estructura de costos más elevada que muchos de sus competidores.
Con esos y otros argumentos, la dirección se ha negado a acceder a las reclamaciones de los sindicatos de Air France de un mayor incremento de las remuneraciones, que cifra en 240 millones de euros. La consecuencia ha sido una cascada de paros, que la misma empresa reconoce que va a reducir en al menos 300 millones de euros su resultado de explotación en 2018.
Las huelgas ya le han restado unos 75 millones en el primer trimestre, cuando Air France-KLM acabó perdiendo 269 millones de euros, lastrada también por el aumento del precio del petróleo. El Gobierno francés (el Estado es el primer accionista, con un 14 por ciento de los títulos) había respaldado el plan de Janaillac para mejorar la competitividad mediante el refuerzo de Transavia y de su nueva marca Joon (también con sueldos inferiores a los de Air France), así como la entrada en el capital como socios estratégicos de la estadounidense Delta y de China Eastern, con un 10 % cada una.
Tras el desconcierto ante la dimisión del presidente, el ministro francés de Economía, Bruno Le Maire, hizo una advertencia dirigida a los huelguistas al señalar que el Estado no asumirá las deudas de la compañía. Le Maire no sólo consideró "injustificadas" las demandas salariales de las centrales, sobre todo teniendo en cuenta el nivel de remuneración de los pilotos, sino que también hizo notar que el futuro de la aerolínea "está en juego" y que, "si Air France no hace los esfuerzos de competitividad necesarios, desaparecerá".
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