La nadadora estadounidense Anita Álvarez ha sido la protagonista de uno de los mayores momentos de tensión en el deporte del último lustro. La nadadora se encontraba realizando su ejercicio en la final de sólo libre de natación artística en el Mundial de Natación que se celebra en Budapest cuando quedó inmovilizada en la piscina.

Fue su entrenadora, la española Andrea Fuentes, la que se tiró al vaso sin pensarlo para rescatar a la profesional de un posible ahogamiento. En una entrevista para la Cadena SER, Fuentes ha explicado que no es la primera vez que le ocurre: "Es una deportista que le gusta llegar al límite, pero hoy se ha pasado 20 pueblos", indicaba la entrenadora, que recordaba la dureza de la natación: "Nos quedamos sin oxígeno y ella dice '¿por qué me tiene que pasar a mí?', pero en otros deportes también pasa".

La situación, en cambio, se agrava si la deportista está sola en el agua. "He visto que los socorristas estaban paralizados y yo les estaba gritando, pero como que se quedaban embobados. Me he tirado y veía como se hundía", ha añadido antes de explicar que "el polo le pesaba 20 kilos" y que el socorrista "estaba llegando a su ritmo".

Tras una rápida apnea, consiguió sacarla del agua: "La cojo y la saco, pero tenía la mandíbula dura y le he metido dos tortazos y le he gritado que respirase. Pero no respiraba. El socorrista la mantenía boca arriba y cuando alguien no respira hay que girarle para que no trague agua".

En declaraciones a la cadena SER, la deportista de élite ha explicado que la asistencia del socorrista tampoco fue la correcta: "No es deportista olímpico y quería hacer su trabajo, pero yo le decía que se apartase para sacarla más rápido", ha indicado tras asegurar que en estos casos mantener la cabeza bocarriba es peligroso porque la nadadora podría haber tragado agua. Finalmente, todo quedó en un susto, ya que la nadadora comenzó a respirar apenas segundos después.