Marc Márquez ya está aquí. El piloto de Honda de MotoGP ha vuelto a conseguir un triunfo después de su año de lesión y de un regreso en el que los problemas, tanto físicos como de la propia moto, se le acumulaban. Ha sido en el GP de Alemania, sobre Sachsenring, donde el de Cervera ha vuelto a lo más alto de un podio del motociclismo.

Y eso que él dijo ayer que no, que la victoria no era algo factible pero que el podio sí que era posible. Sí lo era salvo unas condiciones específicas... unas que no hizo falta ni que se dieran porque Márquez demostró que tuvo, que tiene y que quiere ganar un Mundial de nuevo.

De momento, victoria en carrera. Salía quinto, pero cuando restaban 29 vueltas ya se puso primero. Desde ahí, a tirar. A tirar y a aguantar, pues Oliveira no quitó ojo a la primera posición de Márquez.

A veces llovía, a veces no. El tiempo, que cuando es cambiante es algo que el que lidera no quiere, parecía venirle bien a un Márquez que por fin disfrutaba en pista. Que, tras un 2020 en blanco y un 2021 en el que las caídas eran más frecuentes que sus pasos por la bandera a cuadros, sonreía tras el casco.

Era un martillo. Clavando tiempos y mejorando sus cronos de vez en cuando en algún que otro paso por vuelta. Con eso, tocaba mantener a distancia a Oliveira. El luso no dejó en ningún momento de perseguir a Márquez, y hasta el final le peleó la victoria.

Pero el triunfo fue para Marc. Tuvo al luso detrás, siempre, y las lágrimas de emoción, de saber que está de vuelta tras un año lleno de sufrimiento por su lesión de hombro, son las de todos los amantes al motociclismo. Márquez, el octocampeón, está de vuelta.

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