Sara Hurtado baila en el hielo desde los siete años. Cuando la ves deslizarse sobre los patines sabes que ha nacido para ello. Resbala, gira, se escabulle entre los brazos de su pareja y vuelve a girar. Sonríe. Está feliz, entrenando en la pista que la vio nacer como patinadora.

Cuando Sara llega a La Nevera de Majadahonda, entra en casa. Todo el mundo la saluda con cariño: "Desde el primer día que entró con los patines alquilados, no se los ha vuelto a quitar", recuerda su madre, Pilar.

Sara domina la pista. Fluye con rapidez, con los brazos abiertos. El aire frío mueve su pelo mientras da un pequeño salto. Y de repente, cae. Su cuerpo apenas roza el hielo unos segundos. Se levanta ágil y continúa deslizándose. Como si nada. Es lo normal.

"Nunca he tenido miedo a caerme. Sé que es algo necesario para aprender". Y es que el patinaje sobre hielo es así. Como la vida: "Hay que ser valiente y superarse a una misma. Si no te arriesgas, no vas a saber a dónde puedes llegar". Y Sara ha llegado muy lejos.

"Si no te arriesgas, no vas a saber a dónde puedes llegar"

"Estoy encantada porque la tengo cerca", dice Pilar. En Moscú. A noventa días de distancia. Sara solo puede estar en la capital rusa tres meses. "Visado de turista", explica. Así que vuelve a casa a menudo. La situación no es fácil. Ningún deporte minoritario lo es. Sara siempre ha tenido que entrenar fuera de España porque aquí no hay entrenadores para su modalidad.

"Separarme de mi familia ha sido lo que más me ha costado y lo que más me pesa a día de hoy". El sacrificio es una constante en la vida de Sara. También en la de su familia. Con 26 años y muchos títulos a sus espaldas, la patinadora confiesa que no puede ser independiente: "Estoy siempre a expensas de si les tengo que pedir dinero a mis padres o no". Pero ellos siempre están preparados para que no le falte de nada. Y su hermano. Y su abuela también.

La familia de Sara cuenta el tiempo de Olimpiada en Olimpiada: "Sabemos cuándo han pasado cuatro años porque nos llega la carta de 'habéis terminado de pagar el crédito'", confiesa Pilar. Lo piden para ir a ver patinar a Sara en directo. El crédito Olímpico, lo llaman: "Olímpico por el tiempo y por la cantidad de dinero que hay que pagar". Y se ríe. Por no llorar. Aunque también lo hace: "Las lágrimas más sentidas son las de frustración por no poder dar un poco más". Pero el orgullo siempre le devuelve la sonrisa: "Muchísima parte de lo que es Sara no se lo hemos enseñado nosotros, lo ha aprendido ella en la vida”.

La pasión de Sara ha impregnado todos los elementos del patinaje, también la parte artística. Desde que competía en individual, se ha hecho sus propios trajes. Pensar el diseño, buscar las telas, encontrar a la modista adecuada... "A veces me he visto en momentos difíciles porque no sabía a quién acudir o no sabía cómo poner una idea en mi cuerpo". Prueba y error. Hasta este año. Por primera vez, un diseñador profesional ha contactado con ella. Juan Vidal. "Fue una luz", admite.

"Sara ha llegado donde está por tesón y por alma"

Sara no sería Sara Hurtado sin el apoyo incondicional de su familia, pero tampoco sin su tenacidad y su disciplina: "Ha llegado donde está por tesón y por alma. Porque patina con el corazón", dice Iván Sáez, su primer entrenador. Y pensar que estuvo a punto de dejarlo.

Después de ganar cinco campeonatos de España, competir en varios europeos, un mundial y unas Olimpiadas, Sara decidió dejar de patinar con su anterior pareja. Se había perdido la magia y ya no estaba motivada. Así que fue consecuente y muy valiente: "Fue la decisión más difícil de mi vida, pero ahora siento que fue lo mejor que pude hacer".

Tuvo suerte. Encontrar a un compañero de danza es complicado. Pero no imposible. Cuando ya estaba preparada para retirarse, apareció Kirill Jalyavin. Y decidió probar: "No tenía nada que perder", asegura. Efectivamente, tenía mucho que ganar. Sara y Kirill lograron una plata histórica en el Grand Prix de Rostelecom el año pasado, y quedaron duodécimos en el último Mundial. Ahora el reto es Pekín 2022. Aunque Sara lo tiene claro: "Todo el mundo sueña con una medalla olímpica, pero en realidad lo que importa es lo que está pasando ahora, que puedo vivir patinando y eso es un sueño".

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Producción: Javier Torrijos | Realización: Juan Gutiérrez | Redacción: Sara Campos y Bea Lozano | Imagen: Carlos Matarranz, Alberto Bravo y Juan Gutiérrez | Sonido: Giani Álvarez | Grafismo: Nacho Félez y Nacho Sanz | Texto: Sara Campos

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Agradecimientos: Pista de hielo La Nevera de Majadahonda, Kirill Jalyavin, Pilar Martín, Pili González, Iván Sáenz y Juan Vidal.